Editorial:

Ciencia y salud

EL GOBIERNO británico ha optado por no hacer nada en el alarmante caso de las vacas locas. Esta crisis, que es esencialmente política y sanitaria, la quiere resolver con criterios exclusivamente científicos. La consecuencia no es otra que seguir como hasta ahora o peor: con la alarma social disparada en el interior del Reino Unido y con la inquietud y el recelo en el exterior. El argumento del Gobierno británico es que no existe una prueba irrefutable de la conexión entre la enfermedad de las vacas locas -la encefalitis espongiforme bovina- y la de Creutzfeldt-Jacob, una dolencia neurol...

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EL GOBIERNO británico ha optado por no hacer nada en el alarmante caso de las vacas locas. Esta crisis, que es esencialmente política y sanitaria, la quiere resolver con criterios exclusivamente científicos. La consecuencia no es otra que seguir como hasta ahora o peor: con la alarma social disparada en el interior del Reino Unido y con la inquietud y el recelo en el exterior. El argumento del Gobierno británico es que no existe una prueba irrefutable de la conexión entre la enfermedad de las vacas locas -la encefalitis espongiforme bovina- y la de Creutzfeldt-Jacob, una dolencia neurológica de fatales consecuencias en los seres humanos. De ahí que haya descartado sacrificar, como parecía contemplar en un principio, las reses con más de 30 meses de edad.La actitud de la Comisión Europea ha sido más contundente. Más ajustada a las circunstancias. En asuntos de salud pública no se espera a pruebas irrefutables de la ciencia. Hay que actuar preventivamente desde el momento en que existen indicios y síntomas alarmantes de propagación de una enfermedad. Es lo que ha hecho la Comisión Europea al suspender indefinidamente las exportaciones a los restantes países de la UE de vacuno y derivados procedentes del Reino Unido. No se ha atrevido, sin embargo, a exigir al Gobierno británico el sacrificio siquiera parcial de sus reses, aunque sí un control exhaustivo de la totalidad de la cabaña bovina cada dos semanas.

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Es de desear que Gran Bretaña no tenga que lamentar más adelante el no haber tomado de inmediato medidas más drásticas. Es probable que, de haberlo hecho, no estuviera hoy en esta situación. Porque es muy difícil concebir una situación comercial y económica más grave que el cierre prácticamente general del mercado europeo y mundial a sus exportaciones de vacuno y el descenso en picado del consumo de carne en su mercado interior.

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Incluso el sacrificio parcial o total de la cabaña parece una, medida más llevadera. La economía británica se habría repuesto con el tiempo y se habría cortado de raíz un probable foco infeccioso, de imprevisibles consecuencias, y la consiguiente alarma entre la población.

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