Tribuna:

Don Alejandro

Don Alejandro ya no está entre nosotros, pero sus pensamientos perduran en sus edificios, que han inspirado ya a varias generaciones de arquitectos españoles. Nunca olvidaré mi primer encuentro con su arquitectura, hace ocho o nueve años. Era una fría mañana madrileña, y me hallé frente a la fachada silenciosa y enigmática del gimnasio del Colegio Maravillas. Una sencilla estructura de acero, ladrillos con textura, ventanas de fábrica, un maravilloso interior inundado de luz, materiales animados con una gran intensidad de espíritu: sentí que me hallaba en presencia de una contenida obra maestr...

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Don Alejandro ya no está entre nosotros, pero sus pensamientos perduran en sus edificios, que han inspirado ya a varias generaciones de arquitectos españoles. Nunca olvidaré mi primer encuentro con su arquitectura, hace ocho o nueve años. Era una fría mañana madrileña, y me hallé frente a la fachada silenciosa y enigmática del gimnasio del Colegio Maravillas. Una sencilla estructura de acero, ladrillos con textura, ventanas de fábrica, un maravilloso interior inundado de luz, materiales animados con una gran intensidad de espíritu: sentí que me hallaba en presencia de una contenida obra maestra que nunca revelaría sus secretos. Un par de años más tarde le conocí personalmente. Intensidad y humor: un porte menudo, pero una inmensa energía interior. Como sus edificios, de hecho. Y luego una de sus máximas favoritas: "La arquitectura no se inventa, sale por sí mismo".Con el paso de los años se estableció un puente entre nosotros, a pesar de la barrera del lenguaje: un intercambio mutuo de convicciones y principios; un arquitecto a un lado, un historiador al otro. Qué extraña ironía. El teléfono suena desde Madrid, y la triste noticia llega el mismo día en que termino de corregir las pruebas de un libro sobre la historia de la arquitectura del siglo XX, en la que De la Sota ocupa ahora el lugar que merece. Nos ha abandonado, pero siempre vivirá entre nosotros.

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