Emir Kusturica: "No tengo que pedir perdón a nadie"

El director de 'Underground' responde a quienes le acusan de haber traicionado a Bosnia

"Adiós a las armas". Así titulaba la revista Studio en su número de enero el dramático anuncio de Emir Kusturica: "A mis 41 años dejo de hacer cine. Si analizo retrospectivamente mi vida y mi trabajo en el cine, me produce un extraño placer saber que todo esto [se refiere a su carrera, pero sobre todo a la agria polémica que ha desatado su película Underground, que se estrenará en España a primeros de febrero] haya pasado".Muy oportunamente, la revista francesa añadía, sin embargo, a sus palabras un signo de interrogación. El lunes pasado, el director bosnio anunció con una gran ...

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"Adiós a las armas". Así titulaba la revista Studio en su número de enero el dramático anuncio de Emir Kusturica: "A mis 41 años dejo de hacer cine. Si analizo retrospectivamente mi vida y mi trabajo en el cine, me produce un extraño placer saber que todo esto [se refiere a su carrera, pero sobre todo a la agria polémica que ha desatado su película Underground, que se estrenará en España a primeros de febrero] haya pasado".Muy oportunamente, la revista francesa añadía, sin embargo, a sus palabras un signo de interrogación. El lunes pasado, el director bosnio anunció con una gran sonrisa que "el debate está abierto y veremos lo que sucede. En todo caso, tomé esa decisión con mucha seriedad. No puedo decir ahora las verdaderas razones, las haré públicas pronto. Lo único que no es cierto es que el grupito de intelectuales franceses que me está atacando es el que provocó esta decisión. Esta gente no cuenta nada. Sus ataques han sido tan sólo una gota en un océano. El problema grave. está en el dramático efecto que han provocado sus ataques. Es como si uno quisiera vender una botella de Perrier y alguien corriera la voz de que el agua que contiene está envenenada. Significa impedirle a uno entrar libremente en el mercado".

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No se trata únicamente de ese grupo de intelectuales franceses. También en su propio país se alzan voces muy críticas contra el cineasta y su película, como la del escritor bosnio Abdulah Sidran. "Lo siento, pero Sidran, como otros bosnios que antes de la guerra tenían tantos cumplidos para Milosevic, ahora necesita gritar a pleno pulmón el odio antiserbio. Nunca he sido amigo de los hombres del poder de Belgrado, porque no tengo ninguna necesidad de hacer que se olvide nada de mi pasado", dice Emir Kusturica.

Este encuentro con Kusturica se produce en París, donde el director bosnio se ha quedado un día, antes de volver a Normandía, lugar donde ha elegido una casa para vivir con su familia, dos hijos de nueve y 18 años. "Crecí", dice el cineasta, "en una ciudad encerrada entre montañas, Sarajevo. Ahora tengo ganas de vivir en espacios abiertos, que tengan un cielo grande, y me gusta del clima ventoso, el tiempo cambiante, la calma y el silencio de Normandía". La reconsideración de Kusturica llega después de que se haya dejado convencer por la cadena de televisión France 2 para realizar una serie de cortometrajes destinados a su programa Enviado Especial. Viste jersey y pantalones oscuros, y está menos desgreñado que de costumbre. Kusturica parece también más sereno y calmado, como si hubiera dejado a un lado la melancólica inquietud que antes caracterizaba su mirada.

"He pasado una especie de catarsis", dice", "así que me siento como después de haber atravesado un temporal terrible, batido por un viento de 100 kilómetros por hora. Todo lo sucedido ha sido como una mala película, como una pesadilla. Es difícil encontrar una explicación racional a todo el escándalo que se ha armado, sobre todo cuando se está implicado emocionalmente en ello", añade.

La conmoción más fuerte viene del destino de su padre. "Murió poco después del comienzo de la guerra. Había sido partisano, había luchado y sufrido por Yugoslavia y no habría soportado la realidad, lo que ha ocurrido. Y murió un par de meses después de una incursión de dos agentes de la policía de Bosnia, que registraron la casa y luego llamaron a un vecino para enseñarle una bomba. Fue un montaje. ¡Mi padre acusado de ser un, terrorista serbio! Era cosa de locos. Jamás olvidaré una cosa como ésta, inventada para atacarme a mí y tildarme de ser un símbolo de la Yugoslavia unida".

Al hablar de su país, de sus vicisitudes y de su cine, Emir Kusturica [que desde Papá está en viaje de negocios se convirtió en encarnación de las esencias del cine yugoslavo] oscila de momentos de orgullo a momentos en que en su rostro aparecen sombras de amargura, de un ostentoso distanciamiento a una dolorida pasión. La premisa es lo que él define como una declaración política: "Los que más sufren son quienes, como yo, tienen a sus espaldas un matrimonio mixto. Teníamos un único interés, el de una Bosnia civil, gobernada por partidos políticos, no por grupos nacionalistas. Pero este sueño se ha acabado. En cinco años, la comunidad intemacional, junto con los idiotas del interior del país, ha destruido todo rastro de democracia, y sólo ha dejado inflamados los nacionalismos. Por eso siento rabia, pero no me afectan las personas como Sidran. Creo que las circunstancias de la guerra han modificado su mente. Eran personas como yo y se han convertido en otra cosa".

¿Puede Kusturica resumir los motivos del vendaval polémico destado contra Underground? "En un país sumergido en la guerra y en los nacionalismos es preciso gritar consignas. Me pidieron que expresara mi dolor por los muertos musulmanes de Bosnia y siempre lo he hecho, pues siempre he dicho que la población musulmana era la víctima más golpeada por esta catástrofe. " Me pidieron que gritara contra los serbios, pero no puedo hacerlo, porque esto va en contra de las cosas en que creo. Y creo que no se puede atribuir responsabilidades sólo a una parte, sino más bien a actividades recíprocas dé una parte y de otra, antes y durante la guerra. Luego, hemos visto que también los serbios son víctimas de horrores, y sufro también por ellos, pero eso, sufrir por esas víctimas, no me está permitido. Me piden a mí, que nací en Sarajevo, que odie a los serbios, pero yo no siento odio. Los serbios fueron buenos conmigo en muchos momentos difíciles de mi vida. ¿Basta esto para que me acusen, como ha hecho un periódico de Split, ni más ni menos que de ser el jefe de los partidarios de Milosevic? Es de locos".

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