Tribuna:

Ciudadanos, vuelve el gargajo

Bajo el hechizo de Paul Éluard, que cumple años de limbo por estas fechas, Luis Eduardo Aute se regodea en su último disco, Alevosía, con el erótico fluir, y el embolismo embelesado de una canción titulada, y no en balde, Mojándolo todo; precisamente_ahora, al mismo tiempo que la España eterna, desguarnécida de la fiel sequía, empieza a naufragar a sus anchas. Mas, como diría el otro por guarrindongas señas, hay agujeros que no son bocas, si bien no hay boca humana, y máxime en campaña electoral, que no acabe encontrando su natural espacio en algún agujero de otro cualquiera. Hay...

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Bajo el hechizo de Paul Éluard, que cumple años de limbo por estas fechas, Luis Eduardo Aute se regodea en su último disco, Alevosía, con el erótico fluir, y el embolismo embelesado de una canción titulada, y no en balde, Mojándolo todo; precisamente_ahora, al mismo tiempo que la España eterna, desguarnécida de la fiel sequía, empieza a naufragar a sus anchas. Mas, como diría el otro por guarrindongas señas, hay agujeros que no son bocas, si bien no hay boca humana, y máxime en campaña electoral, que no acabe encontrando su natural espacio en algún agujero de otro cualquiera. Hay vías y vías. La clásica: "Poco a poco, la distancia se va haciendo menos ..." La ácida: "El monte se ha tirado a la cabra, ¡ay, mamá!". Y la que va al grano, entreabierto y aguamelado, que es cuan do Aute se relame y vibra. Pero se dan momentos en los cuales la boca es la que se excede, busca un blanco, azaroso, anda urgida. Entonces se limita a escupir. A escupir por escupir. Ya eso vamos, saltando del tragar saliva al apogeo del sialismo, para que el optimista de lo cíclico vuelva a empaparse de razón, por mucho que al sujeto que le cae el gargajo, justo donde no debe, le dé por exclamar a la antigua: "¡Qué asco!"-.Desligados de pusilánimes y antes de caer del todo en la gelatinosa esencia del lapo, vamos a remontarnos un poco. Hubo una época reciente en la que el más castizo de los carteles rezaba así: "Queda prohibido blasfemar y escupir en este local". Y nunca conjunción copulativa tuvo mayor altura de miras, con lo cual los eternos descontentos padecían asoaciaciones involuntarias, mataban los dos pájaros de un tiro luego se largan corriendo. Aunque tan sólo fuese para escuchar en vivo a Jovita Luna en aquella milonga tangueada de Marianito Mores, de la comedia musical El otro yo de Marcela, donde la primera vedette argentina roclamaba con desparpajo: "Manejo bien el cuchillo/ escupo por el colmillo/ y a quién me roba un querer,/ de un violento puntapié,/ le rompo el peroné". En suma, que lo prohibido tenía sus fisuras muy rajadas, de importación y temperamentales, pese a que nunca desembocaran en la huelga general pacífica. Se escupía, pues, en la escupidera, aquel orinal plano, como los tísicos en él moquero de lino: con mayor o menor puntería, sin excluir fortuna ni contradicciones, pero venciendo al término, como en todo, a ratos el pudor y, en ocasiones el desahogo.

Quemo etapas con el único objeto de acabar llegando a esto último. En la actualidad -no sé si fruto de la droga, del PSOE o del destierro radical de carteles, escupideras y orinales-, el salivazo vuelve a estar de moda. Sale en primeros planos, por la televisión, de las curtidas bocas de los futbolistas. Y hasta poderrios distinguir que la secreción de López es más compacta que la de Raúl; o que la que procede de Manjarín, mira por dónde, describe la más larga trayectoria. Se desbaban sobre la diferencia los cabezas rapadas. El esputo vandálico agujerea pasamontañas. Pero hasta los mortales más pacíficos se han cansado de esa mariconada de guardar los humores en el bolsillo. Escupen por la ventanilla del coche, desinhibidos, mientras los niños se mean de risa, en el asiento de atrás, cuando al padre se le desvía la cosa y ésta acaba en el parabrisas del coche que pasaba, por la izquierda, habitado: "¡So guarro!". Se la ha ganado: ."¿Qué te pasa, tía tonta? ¡Tampoco es para tanto!". Queda ecologista, espontáneo, cuajado de sentido común. Nada que ver con Fernando Pessoa en trance de rog,atle a los piratas: "¡Haced de mí el pozo para vuestro desprecio de dominio!". Ni es ya como en aquellos fastuosos concursos de los colegios y los cuarteles para ver quién lanzaba más lejos el lapo, aunque a Pepe Navarro le rondará la idea de incorporarlos pronto a su programa No; ahora y aquí se trata de un puro desahogo, sin más.

Así nos lo han devuelto Los del Río con su canción llamada Macarena. No se rebajan ellos a las aliteradas sutilezas de la saliva agradecida de Aute. Se mantienen erguidos, firmes, tradicionales, y se hacen entender en todo el mundo (Chechenia,California,Laponia) con la ruda onomatopeya que precede al hispano gargajo: "¡Aaaaaaaj!". Cacareando están las gallinas.

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