Editorial:

Así está la economía

SI EL lenguaje de los mercados financieros fuera el unico código desde el que anticipar la evolución futura de las economías, habría que asumir un horizonte de mayor estabilidad, que es lo que transmite la bajada de los tipos de interés. El último descenso decidido por los principales bancos céntrales de Europa, liderados por el alemán, refuerza las expectativas de clara contención de la inflación en la generalidad de las economías. También en la española.La variación de los precios al consumo en noviembre, aun cuando ha elevado en una décima el índice general en términos interanuales, (hasta ...

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SI EL lenguaje de los mercados financieros fuera el unico código desde el que anticipar la evolución futura de las economías, habría que asumir un horizonte de mayor estabilidad, que es lo que transmite la bajada de los tipos de interés. El último descenso decidido por los principales bancos céntrales de Europa, liderados por el alemán, refuerza las expectativas de clara contención de la inflación en la generalidad de las economías. También en la española.La variación de los precios al consumo en noviembre, aun cuando ha elevado en una décima el índice general en términos interanuales, (hasta el 4,4%), sigue siendo expresiva de una contención de ese desequilibrio. El único componente que ha impedido un mejor registro ha sido el de los alimentos sin elaborar, de tal forma que, excluidos éstos y los bienes energéticos, la denominada inflación subyacente ha cedido una décima, hasta el 4,8% interanual. El descenso en los precios de los alimentos elaborados y en los servicios son sin duda las mejores noticias; el dualismo crónico entre las variaciones de los precios de los bienes expuestos a la competencia y el resto está reduciéndose gradual pero inequívocamente. Todo ello permite seguir albergando la esperanza de que durante el próximo semestre la inflación española caiga significativamente por debajo del 4%.

La percepción de una cierta desaceleración en el ritmo de crecimiento está cada vez más extendida en las principales economías, aunque con un alcance desigual y, en todo caso, sin que esa revisión a la baja de las previsiones sea necesariamente premonitoria de una recesión. Es razonable, por tanto, que se tome en consideración esa menor intensidad del crecimiento y se revisen las correspondientes previsiones oficiales de la economía española, aun cuando ese debilitamiento sea menor que el esperado en otros países de nuestro entorno.

Los últimos datos de paro registrado han reforzado esas expectativas, interrumpiéndose la tendencia declinante que en términos interanuales venía definiendo este desequilibrio. Por tercer mes consecutivo creció el número de parados registrados en el Inem, en noviembre en 20.170 personas, más del doble que el aumento registrado en el mismo mes de 1994.

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Contención de la inflación y peor comportamiento del mercado de trabajo son dos exponentes comunes al conjunto de economías industrializadas, no sólo europeas, con las que la española mantiene un creciente grado de integración y, en consecuencia, de sincronía cíclica. Es razonable, por tánto, que la laxitud que ya han experimentado las políticas monetarias de algunos de sus bancos centrales se extienda también al Banco de España. El descenso en el tipo de interés de inyección decidido el viernes se trasladará muy probablemente en la próxima subasta decenal de certificados del Banco de España.

Con todo, nuestro banco central habrá sopesado, junto a la evolución favorable de los fundamentos de nuestra economía, los hechos singulares que rodean la convivencia política. En este sentido debe señalarse en primer lugar, por sus adversas. consecuencias económicas, la incertidumbre asociada a un proceso presupuestario abortado. Es urgente que con vistas a las próximas elecciones generales de marzo los partidos políticos clarifiquen su política económica, en especial el Partido Popular, dada la probabilidad de que obtenga en las urnas el encargo de formar Gobierno.

La contribución a la certeza que han supuesto los acuerdos de la cumbre de Madrid sobre la transición a la moneda única europea debería completarse con la correspondiente a las políticas que es preciso concretar en nuestro país para garantizar la continuidad de la convergencia y, con ella, de las favorables condiciones financieras hoy dominantes.

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