Lejos de la tempestad
Cantar bien no siempre es suficiente. José Mercé cantó bien esta noche -es casi imposible oírle hacerlo mal, ciertamente-, incluso diría que muy bien, y sin embargo nos dejó insatisfechos. Son los misterios del flamenco. Hay que decir que el cantaor lo intentó todo, como siempre, para lograr el pálpito de la magia, ese nosequé inexplicable en lo jondo que convierte un cante correcto en una joya irrepetible, y en ocasiones afloraron aquí y allá -por siguiriyas, por tarantos...- ecos de una gran belleza, resonancias de ese cante enduedado que sólo poseen los elegidos. Pero no hubo mucho m...
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Cantar bien no siempre es suficiente. José Mercé cantó bien esta noche -es casi imposible oírle hacerlo mal, ciertamente-, incluso diría que muy bien, y sin embargo nos dejó insatisfechos. Son los misterios del flamenco. Hay que decir que el cantaor lo intentó todo, como siempre, para lograr el pálpito de la magia, ese nosequé inexplicable en lo jondo que convierte un cante correcto en una joya irrepetible, y en ocasiones afloraron aquí y allá -por siguiriyas, por tarantos...- ecos de una gran belleza, resonancias de ese cante enduedado que sólo poseen los elegidos. Pero no hubo mucho más que eso, pese al buen arte de Enrique de Melchor y del propio Mercé, que en general fue excelentemente acogido por el público.Quede bien claro que no ocurrió un desastre, ni un naufragio, ni el cantaor estuvo para meterle en la cárcel como dicen que en otros tiempos pedían para Manuel Torre. Simplemente un mar en calma, levemente ondulado por una brisa ligera y superficial, juguetona, que no produjo la tempestad anímica que esperamos del cante.
José Mercé y Enrique de Melchor
Con Sebastián el Pelao y Faiquillo en las palmas y el baile. Centro Cultural de la Villa, 28 de noviembre.