Crítica:CLÁSICA

La fascinante Bonney

Salió a escena el sábado por la tarde la nueva Asociación Cultural Promúsica con un programa casi íntegramente dedicado a autores nórdicos y encomendado a la excelente y, brillantísima Sinfónica de Gotemburgo que dirige el estoniano Neeme Järvi, un maestro "todo terreno", dominador, apasionado y comunicativo.Del sueco Franz Berwald (Estocolmo, 1796-1868) formado en Viena y Berlín, se interpretó la Sinfonía en mi bemol, de 1845, con toda la trasparencia que su textura demanda y la simple expresividad que justifica el título que le diera, en principio, el compositor: ...

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Salió a escena el sábado por la tarde la nueva Asociación Cultural Promúsica con un programa casi íntegramente dedicado a autores nórdicos y encomendado a la excelente y, brillantísima Sinfónica de Gotemburgo que dirige el estoniano Neeme Järvi, un maestro "todo terreno", dominador, apasionado y comunicativo.Del sueco Franz Berwald (Estocolmo, 1796-1868) formado en Viena y Berlín, se interpretó la Sinfonía en mi bemol, de 1845, con toda la trasparencia que su textura demanda y la simple expresividad que justifica el título que le diera, en principio, el compositor: Sinfonía naïve.

Por contra, el finlandés Jan Cibelius /Hämeenlina, 1865-Jäárvenpää, 1957) puso mucha pasión en su Sinfonía en re mayor número 2 (1902), dentro de una lírica muy personal y unas estructuras y desarrollos, que no se conforman únicamente con repetir la herencia recibida.

0rquesta sinfónica de Gotemburgo

Orquesta Sinfónica de Gotemburgo. Director: N. Järvi. Solista: B. Bonney, soprano. Obras de Berwald, Grieg, Strauss y Cibelius. Auditorio Nacional de Madrid. 4 de noviembre.

El sinfonismo de Sibelius que ejerció notable influencia en algunos compositores británicos y norteamericanos, ha adquirido una vigencia mayor que la que tuvo en su momento, quizá porque se presta a un trabajo interesante, netamente musical y agradecido como el que realizó el maestro Järvy por el que recibió grandes ovaciones del público.

El punto fascinante y culminante de la velada vino de la mano y el arte superior de la soprano Barbara Bonney en tres fragmentos de Edward Grieg y dos de Richard Strauss. No se puede alcanzar mayor nobleza, elegancia y refinamiento que el que posee esta singular cantante que, al mismo tiempo, se produce con una técnica preciosa; hasta en el gesto nos dice quién y cómo es.

Retomar al legado íntimo de Grieg es ejercicio saludable y no sé si escuché alguna vez mejores versiones de La canción de Solveig, Primavera y El cisne, ni una más aérea Serenata de Strauss. En resumen, una "puesta de largo" bien prometedora para la nueva Cultural Promúsica, cuyos propósitos explicó, en el intermedio, su asesor, Xavier Güell.

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