De vuelta a casa

"Estoy contenta de haber regresado", afirmó una ruandesa. "Espero que no haya nadie en nuestra casa ni en nuestra granja, pero si es así, espero que el Gobierno se ocupe de nosotros", añadió. Entre los refugiados ruandeses que llegaron ayer a Giseny, en el noroeste de Ruanda, había mayoría de mujeres y niños: sus maridos y padres, junto con muchos otros hombres refugiados en Zaire, habían huido a las montañas."No tenemos miedo", aseguraron los refugiados que viajaban en los camiones blancos de la ONU, en los que, escoltados por cascos azules armados, fueron conducidos a un campo de trán...

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"Estoy contenta de haber regresado", afirmó una ruandesa. "Espero que no haya nadie en nuestra casa ni en nuestra granja, pero si es así, espero que el Gobierno se ocupe de nosotros", añadió. Entre los refugiados ruandeses que llegaron ayer a Giseny, en el noroeste de Ruanda, había mayoría de mujeres y niños: sus maridos y padres, junto con muchos otros hombres refugiados en Zaire, habían huido a las montañas."No tenemos miedo", aseguraron los refugiados que viajaban en los camiones blancos de la ONU, en los que, escoltados por cascos azules armados, fueron conducidos a un campo de tránsito cercano a Giseny.

La gente del grupo que llegó ayer -algunos con cacerolas llenas de comida, mantas y ropas- parecía impaciente por volver a sus casas. A diferencia de los que cruzaron la frontera en días anteriores, que relataban los excesos de los soldados zaireños, ayer no hubo denuncias sobre robos o palizas. Los problemas, sin embargo, pueden estar a punto de estallar cuando los hutus comprueben que las casas que abandonaron en 1994 están ahora ocupadas por los victoriosos tutsis.

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