35ª JORNADA DE LIGA

El Barça revuelca al Madrid

Un gol de Nadal zanja un partido manejado siempre por la garra azulgrana

RAMÓN BESA El Barça abrió un nuevo capítulo liguero cuando el Real Madrid aspiraba a encuadernar el título en el Camp Nou. Perdida ya la jerarquía del fútbol, el colectivo azulgrana apeló a su carácter pasional para defender su territorio y mantener izada la bandera azulgrana. El grupo de Cruyff devolvió al de Valdano al puente aéreo sin tiempo ni para recoger su maleta cargada de sueños. El Barcelona conminó al Madrid a que si quiere cantar el alirón lo haga en su hogar y contra su mánimo rival (el Deportivo), y no en feudo del aún campeón. Un detalle que dice mucho en favor de los azulgrana,...

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RAMÓN BESA El Barça abrió un nuevo capítulo liguero cuando el Real Madrid aspiraba a encuadernar el título en el Camp Nou. Perdida ya la jerarquía del fútbol, el colectivo azulgrana apeló a su carácter pasional para defender su territorio y mantener izada la bandera azulgrana. El grupo de Cruyff devolvió al de Valdano al puente aéreo sin tiempo ni para recoger su maleta cargada de sueños. El Barcelona conminó al Madrid a que si quiere cantar el alirón lo haga en su hogar y contra su mánimo rival (el Deportivo), y no en feudo del aún campeón. Un detalle que dice mucho en favor de los azulgrana, resignados ya a cumplir en esta novela un papel secundario, muy digno de un apartado pero nunca del epílogo.

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El Madrid estuvo siempre al margen del partido. Pareció, ya desde la arrancada, que aguardaba el final. Llegó inmaculado a Barcelona: el discurso de Valdano ("no es un partido apto para menores"); la foto de Butragueño firmando autógrafos (no podía irse del Real Madrid sin despedirse del Camp Nou); el mensaje reconciliador de Laudrup (muy silbado); el debate en el vestuario sobre la conveniencia o no de la vuelta olímpica (unos que sí y otros que no), y hasta ocho directivos en el palco.

El Barcelona no aguantaba ni una sola comparación con aquel equipo cantado, aseado y ordenado que presentaba el Madrid. Cruyff, acusado de infanticida, parecía dispuesto a abdicar y recurrir a la vieja guardia; Núñez pedía la readmisión de Stoichkov como cuarto extranjero; el equipo no dormía con el peso de la- UEFA, y la hinchada renegaba. El prólogo era una invitación al traspaso de poderes. La carga ambiental parecía tremenda. Y ahí fue, justamente, donde se decidió el choque.

Supo el Barça manejar el morbo de la contienda desde el camerino. Cruyff montó una alineación expresa para. ganar ese partido. Prescindió de Guardiola y agrupó al equipo en torno al cuerpo de Nadal mientras Koeman barría por detrás y Stoichkov aclaraba por delante. El músculo y el físico azulgrana dieron un ritmo tan frenético al encuentro que sacaron del campo. al Madrid. El Barcelona frenó por intimidación la salida blanca (encadenó hasta cinco faltas) y luego campó a sus anchas. Revolcó al Madrid.

El partido se decidió tanto por la acción barcelonista como por la omisión madridista. Ni la victoria del Deportivo atemperé la garra azulgrana. La línea de contención montada en la medular permitió al Barça frenar al Madrid y armar el contragolpe. La presión de unos y otros causó pérdidas reiteradas del balón de las que el Barcelona salió favorecido. Le costó abrir el juego por banda, puesto que tanto Sergi como Eskurza tardaron en entrar en escena, pero Jordi mostró un gran sentido del juego. Sus buenos movimientos para desmarcarse, sin embargo, contrastaron con la falta de pegada.

Tardó una hora el Barcelona en expresar su hegemonía sobre la cancha. Y el gol llegó a la salida de un córner. Una jugada que desprecia el manual de Cruyff y que revela el sentido que para el Barcelona tenía la contienda. Nadal, el futbolista sobre el que giró todo el partido, firmó el tanto como correspondía en una época en que en el Camp Nou mandan los defensas.

No pudo ni supo remontar esta vez el Madrid. El suyo fue un fútbol utilitario, muy plano e inconsistente. Laudrup no entró en escena y el equipo blanco no conectó en ataque. Capituló sin excusas: Roger falló un gol cantado y el árbitro omitió un penalti de Hierro a Jordi.

No es el Madrid un equipo para el cuerpo a cuerpo. No le van los partidos titánicos. Necesita un campo limpio. Prefiere el fútbol sutil. Pero ha perdido frescura y poder para imponer su mando. Jugó ayer de forma muy sincopada y a remolque. El partido discurrió siempre por donde quiso el Barcelona, por la vena pasional y sentimental, y no por la racionalidad preferida por el Madrid. Había una sola coincidiencia entre ellos: la prisa. Unos quieren ser campeones y los otros acabar cuanto antes, y en este contexto emocional el Barça ha sido siempre, mucho antes incluso de la negada de Cruyff, todo un experto.

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