Crítica:JAZZ

Muy, muy por delante

En territorio regido por las sagradas leyes de mercado, resulta poco menos que heroico alcanzar el reconocimiento sin necesidad de hacer ni la más inocente concesión a la galería. La constancia es uno de los grandes méritos de Henry Threadgill. A pesar de que propone una estética coriácea, vanguardista de palabra y obra, casi despiadada y de asimilación nada sencilla, el acuerdo sobre la calidad de este saxofonista y compositor es tan unánime que hasta la todopoderosa Columbia, todo un símbolo de lo establecido ha terminado por contratarle a sus 51 años.Pero Threadgill ya pudo corona...

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En territorio regido por las sagradas leyes de mercado, resulta poco menos que heroico alcanzar el reconocimiento sin necesidad de hacer ni la más inocente concesión a la galería. La constancia es uno de los grandes méritos de Henry Threadgill. A pesar de que propone una estética coriácea, vanguardista de palabra y obra, casi despiadada y de asimilación nada sencilla, el acuerdo sobre la calidad de este saxofonista y compositor es tan unánime que hasta la todopoderosa Columbia, todo un símbolo de lo establecido ha terminado por contratarle a sus 51 años.Pero Threadgill ya pudo coronarse de laureles cuando dirigió el grupo Air a principios de los 70 o cuando, a finales de la misma década, editó el formidable disco X-75, al frente de una pequeña orquesta que, entre otras audacias, presentaba una inusual instrumentación compuesta de vientos diversos y nada menos que cuatro contrabajos.

Henry Threadgill Very Very Circus

Henry Threadgill (saxo alto y flauta), Mark Taylor (como franés), Edwin Rodríguez y Marcus Rojas (tuba), Brandon Ross y Ed Cherry (guitarra), Gene Lake (batería). C. M. U. San Juan Evangelista. Madrid. 5 de mayo.

Nadie como él encarna ahora la figura del creador absoluto que, lejos de conformarse con los retoques formales, elabora un completísimo y fascinante sistema propio que alcanza la postulación de nuevas teorías sobre contrapunto y estimulantes hallazgos tímbricos. Very Very Circus es su herramienta más útil y preciada. Los papeles intercambiables que desempeñan las dos tubas y las dos guitarras propician una especie de flexibilidad simétrica, como si los instrumentos buscasen la anti-imagen per fecta en el espejo de su par.

Poderoso

Poderosísimos ritmos y melodías de carácter casi épico surgen como chispas producidas por fértiles colisiones interestilísticas y transgeneracionales. Así, es posible asistir a duelos incruentos entre Curt Weill y Jimmy Hendrix, o entre Machito y Ornette Coleman. Cuando las fuer zas compositivas e instrumenta les se confabulan, el espectáculo se engrandece en tuttis cargados de la fuerza plástica que se le supone a la estampida del apocalipsis: pesados dinosaurios (tubas) corriendo junto a veloces: liebres (saxo alto o flauta) y rugientes felinos (guitarras). Al final , se abandona la sala con la impresión de haber asistido a una experiencia necesaria para mantener la fe en el futuro de la música libre de etiquetas.

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