La nueva encíclica 'Evangelium vitae' llama a médicos y políticos a objetar contra el aborto

La eutanasia y la fecundación artificial, síntomas de la "cultura de la muerte", dice el Papa

Los médicos y sanitarios que "ponen al servicio de la muerte la cultura adquirida", los legisladores "que han promovido y apoyado leyes que amparan el aborto", "los adminis tradores de estructuras sanitarias utilizadas para practicar abortos" y quienes "han favorecido la difusión de una mentalidad de per misivismo sexual" son todos responsables de "un delito particularmente grave e ignomi nioso". Así lo afirma la nueva encíclica Evangelium vitae, en la que el Papa llama a la objección de conciencia contra la eutanasia y el aborto, "síntomas alarmantes" del avance de una "cultura de la muerte...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Los médicos y sanitarios que "ponen al servicio de la muerte la cultura adquirida", los legisladores "que han promovido y apoyado leyes que amparan el aborto", "los adminis tradores de estructuras sanitarias utilizadas para practicar abortos" y quienes "han favorecido la difusión de una mentalidad de per misivismo sexual" son todos responsables de "un delito particularmente grave e ignomi nioso". Así lo afirma la nueva encíclica Evangelium vitae, en la que el Papa llama a la objección de conciencia contra la eutanasia y el aborto, "síntomas alarmantes" del avance de una "cultura de la muerte".

Más información

Junto al aborto, tema principal de atención de la encíclica presentada oficialmente hoy a los medios de comunicación, el nuevo documento de Juan Pablo II analiza las técnicas de reproducción artificial y la eutanasia. También trata de modo colateral del crecimiento demográfico y de la pena de muerte. El primer problema viene abordado bajo la polémica perspectiva que el Vaticano defendió durante la última Conferencia sobre Población y Desarrollo celebrada por la ONU, el pasado septiembre, en El Cairo.En cuanto a la pena capital, la Evangelium vitae reitera la aceptación de la misma, ya razonada hace pocos meses por el Nuevo Catecismo en casos de "absoluta necesidad" para la "legítima defensa" de las sociedades. El documento menciona como un signo de esperanza la "aversión cada vez más difundida en la opinión pública" hacia esta pena.

La segunda encíclica de la historia de la Iglesia dedicada a la vida recoge también la oposición a los medios "artificiales" de anticoncepción ya formulada por la Humanae vitae de Pablo VI, en 1968, cuya concepción doctrinal prolonga con aplicaciones a las nuevas materias ya citadas y con la apreciación de que la conexión entre la mentalidad, de la anticoncepción y la abortista es tan estrecha como para que muchos anticonceptivos "actúen, en realidad, como abortivos en las primeras fases de la vida". El Papa rechaza con este argumento que la anticoncepción pueda ser un medio para prevenir el aborto.

Si muchos católicos se sintieron defraudados hace 27 años por un rigor de Pablo VI que casaba mal con la apertura a los problemas del hombre que el Concilio Vaticano II predicaba, otros tantos acusarán hoy, probablemente, la rigidez moral de Juan Pablo II ante una coyuntura que él no duda en calificar de conjura contra la vida".

El Papa recuerda, por ejemplo, que el faraón ordenó en Egipto el asesinato de los hijos de Israel, y concluye: "Del mismo modo se comportan hoy no pocos poderosos de la tierra. Estos consideran también como una pesadilla el crecimiento demográfico actual y temen que los pueblos más prolíficos y más pobres representen una amenaza para el bienestar y la tranquilidad de sus países".

Igualmente, habla de la "cultura de la muerte" como de una "estructura activamente promovida por fuertes corrientes culturales, económicas y políticas portadoras de una concepción de la sociedad basada en la eficiencia". Y añade que, "mirando las cosas desde este punto de vista, se puede hablar en cierto sentido de una guerra de los poderosos contra los débiles".

Más comprensivo se muestra el Pontífice con la mujer que aborta, la cual, afirma, "no raramente está sometida a presiones tan fuertes que se siente psicológicamente obligada a ceder". Para ella, la opción del aborto "tiene en muchas ocasiones un carácter dramático y doloroso" en cuanto que "no se toma por razones egoístas y de conveniencia, sino porque quisieran preservar algunos bienes importantes como la propia salud o un nivel de vida digno para los demás miembros de la familia".

Sin embargo, "en muchísimos otros casos, estas prácticas tienen sus raíces en una mentalidad hedonista e irresponsable respecto a la sensualidad, y presuponen un concepto egoísta de la libertad". Por su parte, el hombre "puede ser culpable" del aborto cuando induce a la mujer o "cuando favorece de modo indirecto esa decisión, al dejarla sola".

Las técnicas de la reproducción artificial son "moralmente inaceptables" porque "separan la procreación del contexto integralmente humano del acto conyugal". Con mayor motivo, y en aplicación directa de la doctrina sobre el aborto, condena el Papa "los experimentos con embriones" y las manipulaciones de embriones y fetos para obtener tejidos y órganos de trasplante.

El pecado de la eutanasia

La eutanasia es "uno de los síntomas más alarmantes de la cultura de la muerte", y debe ser distinguido de la decisión de evitar "el ensañamiento terapéutico" y de la aceptación de los tratamientos contra el dolor que puedan acelerar el deterioro de la salud del enfermo. Estas dos últimas conductas son lícitas, aunque la encíclica alabe el valor moral de quien rechaza los analgésicos para seguir sufriendo.

La eutanasia, consecuencia "absurda e inhumana" de una sociedad hedonista en la que el sufrimiento ha perdido todo el valor positivo que la Iglesia le atribuye, se define así como la acción u omisión que, "por su naturaleza y en la intención, causa la muerte para evitar el dolor". Este pecado se comete, según la encíclica, tanto si el enfermo consiente como si no ya que, en el primer supuesto, habría una cooperación al suicidio. La muerte es lícita, en cambio, si sobreviene como consecuencia previsible de la suspensión de un tratamiento que resulte desproporcionado con las esperanzas de curación del enfermo, "o bien por ser demasiado gravoso para el enfermo o para su familia".

La parte "positiva" de la nueva encíclica de Juan Pablo II contiene un llamamiento explícito a la rebelión silenciosa, bajo el principio de que "el aborto y la eutanasia son crímenes que ninguna ley humana puede pretender legitimar" y fuente de "una precisa obligación de oponerse mediante la objeción de conciencia" (... ) "La sociedad tiene el deber y el derecho de protegerse de los abusos".

Mención especial merecen los parlamentarios que, bajo ningún concepto, deben participar en campañas por el aborto o votar a favor de una ley que lo permita. Únicamente, subraya "cuando no sea posible evitar o abrogar completamente una ley abortista, un parlamentario, cuya absoluta oposición personal al aborto sea clara y notoria a todos, puede lícitamente ofrecer su apoyo a propuestas encaminadas a limitar daños de esa ley".

La campaña vaticana contra el aborto está teniendo ya efectos políticos en Italia, donde ese objetivo ha actuado como elemento decisivo para la unión de los sectores ex democristianos más afines a Comunión y Liberación y al Opus Dei en la coalición formada por Alianza Nacional y Forza Italia.

Archivado En