Crítica:

Un concierto de amplio eco popular

Saludamos la llegada de la primavera con una nueva actuación de Zubin Mehta, al frente de la Orquesta del Mayo de Florencia y con la colaboración del violinista siberiano Maxim Vengerov. Se llenó la sala grande del auditorio y el concierto se resolvió en un gran éxito popular. A ello contribuyeron la familiaridad de las obras programadas, la brillantez luminosa de la formación italiana, sabiamente gobernada por Mehta, y hasta la concesión de propinas originales de Puccini y Rimski.De Vengerov sólo cabe hacer elogios. Discípulo del gran maestro Zakhar Bron, nació en. Novosibirsk en 1974 y en el...

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Saludamos la llegada de la primavera con una nueva actuación de Zubin Mehta, al frente de la Orquesta del Mayo de Florencia y con la colaboración del violinista siberiano Maxim Vengerov. Se llenó la sala grande del auditorio y el concierto se resolvió en un gran éxito popular. A ello contribuyeron la familiaridad de las obras programadas, la brillantez luminosa de la formación italiana, sabiamente gobernada por Mehta, y hasta la concesión de propinas originales de Puccini y Rimski.De Vengerov sólo cabe hacer elogios. Discípulo del gran maestro Zakhar Bron, nació en. Novosibirsk en 1974 y en el 90 se hizo con el gran premio Carl Flesch que significó un nuevo impulso a una carrera iniciada en la infancia. Asombra la seguridad del concertista veinteañero en todos los aspectos: sonido, arco, afinación y por encima de todo, voluntad de hacer música grande y expresiva. La colaboración de Mehta y la orquesta pecó a veces de exceso de potencia, más acusado al no ser siempre redondas y bellas las sonoridades.

Ciclo Orquestas del Mundo

(Ibermúsica / Caja de Madrid)Orquesta del Mayo Florentino. Director: Z. Mehta. Solista: M. Vengerov, violinista. Obras de Mozart, Brahms y Musorgski-Ravel. Auditorio Nacional. Madrid, 21 de marzo.

Los Cuadros, de una exposición, de Musorgski, en la reinvención orquestal de Ravel, precisan de un superlativo virtuosismo individual y colectivo capaz de iluminar todos y cada uno de los pasajes y, a la vez, de equilibrar la continuidad y las partes de ese suceder de episodios o estampas unificadas por el tema del paseo y atentas a la musicalización de los distintos esbozos y pinturas de Víctor Hartmann. La experiencia y la inteligencia de Mehta sabe sacar el mejor partido posible y cuando no cree viable el minucioso análisis, opta por la vía de la más espectacular exposición de conjunto. Y esto fue la suma de los Cuadros en esta ocasión, del mismo modo que en la obertura de La flauta mágica, el maestro prefirió los efectos contrarios: intimidad, reducción de la plantilla instrumental y exposición transparente del tejido sonoro.

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