Entrevista:

"España no debe subir los tipos de interés para sostener la peseta"

Paul Krugman, 42 años, es el economista de moda en Estados Unidos. Dicen de él que es capaz de proporcionar enfoques nuevos en todos los ámbitos del análisis económico, desde el tipo de cambio, hasta la geografía económica, su último campo de investigación. Hoy enseña economía desde su cátedra en la Universidad norteamericana de Stanford, después de abandonar el Instituto Tecnológico de Massachussetts en 1993. Tiene la John Bates Medal, concedida al mejor economista menor de 40 años y ha sido asesor del Fondo. Monetario Internacional, el Banco Mundial, la Comisión Trilateral... Irrumpió entre ...

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Paul Krugman, 42 años, es el economista de moda en Estados Unidos. Dicen de él que es capaz de proporcionar enfoques nuevos en todos los ámbitos del análisis económico, desde el tipo de cambio, hasta la geografía económica, su último campo de investigación. Hoy enseña economía desde su cátedra en la Universidad norteamericana de Stanford, después de abandonar el Instituto Tecnológico de Massachussetts en 1993. Tiene la John Bates Medal, concedida al mejor economista menor de 40 años y ha sido asesor del Fondo. Monetario Internacional, el Banco Mundial, la Comisión Trilateral... Irrumpió entre los teóricos con un best seller económico titulado La edad de las expectativas limitadas y acaba de vapulear a casi todo el establishment económico de su país en el libro Peddling Prosperity, en el que critica ácidamente la afición por las recetas económicas milagrosas.

Pregunta. El empleo es el principal problema de las economías occidentales, es una obsesión para los gobiernos y los economistas. Parece que existen medios para controlarla inflación, pero no hay recetas para generar puestos de trabajo ¿Cree usted lo mismo?

Respuesta. La falta de creación de empleo no es un problema de todas las economías occidentales. Estados Unidos está creando empleo, aunque en muchos casos los empleos no sean muy buenos y los salarios sean bajos. En Europa, el Reino Unido también genera empleo. En el resto de Europa la situación es preocupante. Estamos ante un problema estructural, pero no es de ahora, es de casi 20 anos atrás. Incluso en los periodos de expansión económica los niveles, de generación de puestos de trabajo eran muy bajos y los de paro bastante elevados. Algunas economías están creando mucha desigualdad, pero también bastante empleo; otras están manteniendo un cierto nivel de igualdad, pero sin crear suficiente trabajo. Resolver esta ecuación desigualdad/empleo es un problema muy serio y pienso que no podrá resolverse en los próximos años; requerirá décadas.

P. Usted sostiene en uno de sus artículos que desciende la demanda de fuerza de trabajo poco cualificada, mientras se mantiene la demanda de alta cualificación. ¿Existe el peligro de que aparezcan sociedades abiertamente duales, empleados/parados o salarios muy altos/salarios muy bajos?.

R. La posibilidad de que entremos en sociedades excesivamente duales también es preocupante. Yo conozco más el caso de EEUU y allí puede apreciarse cómo los niveles de distribución de la renta han vuelto a los niveles de los años 20. Se han perdido casi todas las mejoras que se habían logrado desde Franklin D. Roosevelt. El retorno de las desigualdades configura una sociedad poco atractiva y deprimente. Algo se podrá hacer aumentando los impuestos a los ricos y ayudando más a los pobres, distribuyendo a través del Estado. Pero eso no es suficiente. Tendrá que, haber cambios más radicales. Yo espero que en los próximos 20 años pasemos de un mercado demasiado darwiniano a otro más equitativo. Quiero decir que el peso de la transformación corresponde al mercado.

P. ¿Considera usted que el llamado Estado del Bienestar es un hándicap para crear empleo?

R. Soy un firme partidario del Welfare State. Pero el europeo quizá sea demasiado generoso. La gran diferencia en lo que se refiere a creación de empleo entre EE UU y Europa es que el Welfare State europeo es un desincentivo a que la gente acepte empleos no bien pagados y también es un desincentivo a que los empresarios ofrezcan empleo, bien porque los costes de despido son demasiado altos, bien porque los salarios son excesivos para el tipo de producción que se requiere. El sistema de negociación colectiva también influye en dejar a mucha gente sin empleo. Es un hecho que los costes de este sistema de bienestar europeo se traducen en menor crecimiento del empleo.

P. Si los costes sociales desincentivan el empleo ¿sería una solución trasladar costes a la imposición indirecta, por ejemplo?

R. Debe entenderse que hablamos siempre de soluciones parciales, que pueden ayudar. Esa solución parcial sería reducir las cargas sociales y trasladar su coste a los impuestos indirectos... y a los directos. Debemos hacer lo contrario de lo que preconizaban los supply-siders americanos (reducir los impuestos a los ricos para rehacer una clase empresarial más emprendedora): bajar los impuestos que gravan los costes laborales y que ayudan a los pobres, a la gente con bajos salarios y a los parados a que consigan un empleo.

P. También está muy generalizada la idea de que los tiempos de la estabilidad en el empleo nunca volverán.

R. Hay que distinguir entre las historias que cuenta la gente y lo que realmente ocurre. Efectivamente, en los últimos años se ha extendido la idea, por lo menos en EE UU, de que se ha terminado la estabilidad, de que el empleo no es tan estable como antes, incluso entre trabajadores de alta cualificación... Robert Reich, ahora Secretario de Trabajo, es uno de los propagadores de esta especie. Pero resulta que cuando el Departamento de Trabajo hizo un análisis serio de las estadísticas, se demostró que existe hoy el mismo grado de estabilidad en el empleo que hace 30 años. En Europa todavía no se ha hecho este ejercicio; es difícil emitir un juicio.

P. ¿Qué criterios definiría para sostener una etapa de crecimiento para la economía española?

R. Un examen de las cifras macroeconómicas españolas muestra que a corto plazo, no hay demasiado margen para practicar una política económica expansiva, ni monetaria ni fiscal. A corto plazo, recomiendo encarecidamente al Gobierno español que no suba los tipos de interés para sostener la peseta; tal subida sería dañina para la economía. Por supuesto, insisto en que tampoco debe intentar debilitar la peseta, cuya cotización debe quedar a lo que determinen los mercados. ¿Por qué? Pues porque la debilidad actual de la peseta puede ser el elemento que garantice la futura expansión económica. A medio plazo, los problemas realmente graves son el déficit público y el paro.

P. ¿Tienen solución?

R. La resolución de estos problemas requiere ya cambios drásticos y radicales en todo el sistema Institucional del gasto público y del mercado de trabajo.

P. Una de las convulsiones financieras más llamativas ha sido la reciente en México ¿Qué explicación tiene?.

R. EI caso es que México ha aplicado una política económica muy correcta desde el año 1988. Pero, desafortunadamente, cometió una equivocación: mantener el peso demasiado fuerte durante demasiado tiempo. Esta defensa del peso fuerte, combinada con una política monetaria demasiado laxa, con excesiva creación de dinero por parte del banco central mexicano, son los factores que han desencadenado la crisis.

P. ¿Cómo se resolverá la crisis mexicana?

R. Ahora la situación ha cambiado, porque el problema más grave, la sobrevaloración del peso, ya no existe, y la divisa mexicana está a un nivel muy competitivo. Creo que el principal problema económico de fondo está resuelto. La economía puede entrar en una fase más competitiva y empezar a crecer a tasas del 3% o 4% en los próximos años, sin problemas. El verdadero problema no es económico, sino de credibilidad política ¿Mi apuesta? Hay al menos un 60% de probabilidades de que, en el plazo de dos años, México esté instalado en una etapa de normalidad monetaria y crecimiento económico sostenido. Cruzo los dedos para que esto suceda. Por el contrario, hay un 40% de probabilidades de que la incertidumbre política no se resuelva, por falta de liderazgo o por una prolongación de los enormes problemas políticos y sociales, como el de Chiapas.

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