De México a Pekín

Las conferencias mundiales sobre la mujer celebradas hasta el momento (México, 1975; Copenhague, 1980 y Náirobi, 1985) han sido foros internacionales en los que se ha debatido desde la escisión del clítoris hasta la conveniencia de condenar el sionismo. Los conflictos políticos se han destapado siempre en todos los foros internacionales, pero, como decía la entonces directora del Instituto de la Mujer Carlota Bustelo, tras la última reunión, en mayor o menor medida las mujeres consiguen imponerse a los conflictos del momento para que sus Gobiernos hablen de ellas.Cristina Alberdi aseguraba aye...

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Las conferencias mundiales sobre la mujer celebradas hasta el momento (México, 1975; Copenhague, 1980 y Náirobi, 1985) han sido foros internacionales en los que se ha debatido desde la escisión del clítoris hasta la conveniencia de condenar el sionismo. Los conflictos políticos se han destapado siempre en todos los foros internacionales, pero, como decía la entonces directora del Instituto de la Mujer Carlota Bustelo, tras la última reunión, en mayor o menor medida las mujeres consiguen imponerse a los conflictos del momento para que sus Gobiernos hablen de ellas.Cristina Alberdi aseguraba ayer que la revolución femenina ha sido de las más importantes de los últimos veinte años. Pero los problemas que preocupan a las mujeres no han variado tanto a nivel internacional. La mencionada tradición de la castración femenina se puso de relieve hace tan sólo seis meses en la última cumbre sobre Población y Desarrollo celebrada en El Cairo, donde se dio la escalofriante cifra de que en el mundo hay 100 millones de mujeres que han sufrido la ablación, una práctica que si gue siendo habitual en varios países de África y Asia.

En la última reunión, la de Nairobi, el Vaticano y los países islámicos también hicieron frente común, como en El Caíro, en algunos asuntos relativos a las madres solteras y las uniones de hecho.

La Conferencia de Pekín intentará hacer balance de lo conseguido y proponer nuevas estrategias que pasan por ejercer una cierta presión ante los Gobiernos más reacios a introducir novedades en sus legislaciones y en sus costumbres. En la reunión de Copenhague, por ejemplo, hubo una curiosa iniciativa: la de abrir un registro de los países que prohíben expresamente las leyes sexistas Sólo firmaron, entonces, doce.

Hace sólo año y medio, en la reunión celebrada en Viena por los países europeos y su entorno socio-económico (Canadá, Estados Unidos o Israel), se reconoció por primera vez los derechos de la mujer como parte de los derechos fundamentales; una declaración de principios que en una parte del globo parece superado, pero en la otra es una utopía.

Las diferencias en este terreno son tan abismales como las que separan a los países ricos de los pobres. "Mientras que aquí estamos hablando de paridad política", decía ayer Cristina Alberdi, "en otros países, como se vio en El Cairo, la mujer ni siquiera tiene acceso a la información sobre métodos anticonceptivos".

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