Talento y amor propio

Sigourney Weaver ha demostrado su determinación llegando a lo más alto de su profesión pese a temibles palabras de desánimo. "Fui a la Escuela de Arte Dramático de Yale", recuerda, "y allí me dijeron que no tenía talento y que nunca haría carrera como actriz". El padre de Weaver, Sylvester Pat Weaver, ejecutivo de televisión y ex presidente de la cadena NBC, y su madre, en su día actriz británica, tampoco la animaron. "No es que me desanimaran", dice. "Estaban convencidos de que no era lo suficientemente fuerte como para sobrevivir en el mundo del espectáculo. Les parecía una profesión...

Sigourney Weaver ha demostrado su determinación llegando a lo más alto de su profesión pese a temibles palabras de desánimo. "Fui a la Escuela de Arte Dramático de Yale", recuerda, "y allí me dijeron que no tenía talento y que nunca haría carrera como actriz". El padre de Weaver, Sylvester Pat Weaver, ejecutivo de televisión y ex presidente de la cadena NBC, y su madre, en su día actriz británica, tampoco la animaron. "No es que me desanimaran", dice. "Estaban convencidos de que no era lo suficientemente fuerte como para sobrevivir en el mundo del espectáculo. Les parecía una profesión espantosa y que dedicarse a ella era buscarse problemas". Pero no les hizo caso. "De todas maneras, me fui a Nueva York y empecé a hacer algunos papeles lejos de Broadway", afirma. "Era un escenario horrible, pero conseguí papeles. Y hasta me pagaron por algunos de ellos". Hoy, con tres propuestas para el Oscar en el bolsillo (por Alien II, Gorilas en la niebla y, en 1988, Armas de mujer), la intérprete de 45 años, que comparte su casa de Manhattan con su marido, Jim Simpson, y su hija de cuatro años, Charlotte, figura en la lista de las actrices mejor pagadas.