Tribuna:

Quien quiera peces...

Éste parece ser el año de lo predecible, al menos en lo que a premios se refiere. La selección de Canción de cuna, de José Luis Garci, para competir al Oscar a la mejor película extranjera estaba cantada desde hace días, o al menos así se proclamaba desde numerosos medios de comunicación. ¿Habrá que creer en la teoría de la gran conspiración? No es el caso. Al margen de sus valores cinematográficos, que no son pocos, el filme de Garci se ha llevado tan comercial marchamo -acaba de ser reestrenada casi coincidiendo con su selección -con simples prácticas de captación de voto, insó...

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Éste parece ser el año de lo predecible, al menos en lo que a premios se refiere. La selección de Canción de cuna, de José Luis Garci, para competir al Oscar a la mejor película extranjera estaba cantada desde hace días, o al menos así se proclamaba desde numerosos medios de comunicación. ¿Habrá que creer en la teoría de la gran conspiración? No es el caso. Al margen de sus valores cinematográficos, que no son pocos, el filme de Garci se ha llevado tan comercial marchamo -acaba de ser reestrenada casi coincidiendo con su selección -con simples prácticas de captación de voto, insólitas, hasta la fecha, en el tinglado del cine español.La Academia tiene algo más de 550 miembros. Se desconoce -ya que el notario no hace públicos los resultados de la votación- cuántos votan, ni siquiera cuántos han votado en las anteriores convocatorias, desde que, en 1987, este organismo se hizo cargo de la selección de la película española que compite por el premio Oscar. El cálculo que hacen los profesionales del sector lo sitúa en no más de un 50%. Si hay cinco películas compitiendo y cada una de ellas arrastra unas cuantas decenas de votos de quienes participaron en el filme, amigos conocidos, se comprende que quien consiga arrancar los 80 votos que en los días precedentes Garci aseguraba tener en el bolsillo lo tiene todo ganado.

Con cierto retraso, pero al final todo acaba llegando. En el fondo no son mas que técnicas comerciales -de marketing, como dicen los horteras-, pero el problema se plantea cuando sólo uno de los contendientes las utiliza. En este pequeño país, en esta raquítica industria, cualquier innovador puede llevarse el gato al agua, rompiendo la baraja. En sí, esto no es malo,ni ilegal. Es simplemente oportunista. Ya que, aunque sólo sea por una vez, supone jugar con ventaja. Garci y su relaciones públicas, Enrique Herreros, un gran profesional y excelente conocedor de los entresijos de la industria, y el mismo que le ayudó a ganar el Oscar en 1983, han Puesto en práctica el mismo sistema que viene funcionando en Hollywood desde que el mundo es mundo. Captar votos, uno por uno, convenciendo a los miembros de la Academia, reestrenando el filme, haciendo campana.

Nada que objetar, si no es que ninguno de los otros contendientes ha movido un dedo. En su ingenuidad, han dejado que su obra sea simplemente juzgada por sus pares. Pero en esta ocasión alguien ha cambiado las reglas. Les queda un consuelo, saber que en el futuro, quien quiera peces...

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