Crítica:ROCK

Muros irreales

Fue una auténtica lástima que la noche correspondiera exclusivamente a la celebración de éxitos deportivos. Porque poca fue la gente que se acercó al crematorio del rock, a disfrutar de la presentación en directo del tercer álbum, Assorted cookies, de este cuarteto madrileño-mallorquín. Con otros dos discos grabados y un buen bagaje de actuaciones, Vancouvers han ido cogiendo peso específico y un sonido ciertamente característico, en el que la voz y estilo de Marta Romero y las artes guitarreras de Juan Santaner marcan el rumbo.La aportación de un batería tan curtido y sólido com...

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Fue una auténtica lástima que la noche correspondiera exclusivamente a la celebración de éxitos deportivos. Porque poca fue la gente que se acercó al crematorio del rock, a disfrutar de la presentación en directo del tercer álbum, Assorted cookies, de este cuarteto madrileño-mallorquín. Con otros dos discos grabados y un buen bagaje de actuaciones, Vancouvers han ido cogiendo peso específico y un sonido ciertamente característico, en el que la voz y estilo de Marta Romero y las artes guitarreras de Juan Santaner marcan el rumbo.La aportación de un batería tan curtido y sólido como el Niño se hace definitiva. El resultado es un power pop acelerado, ciertamente hermoso e intenso, enganchado a emociones juveniles y perfectamente engranado con las tendencias actuales. Es música de ahora mismo.

Vancouvers

Marta Romero (voz y guitarra), Juan Santaner (guitarra), Ángel Cubero (bajo) y José Niño Bruno (batería). Revólver Club. Entrada: 500 pesetas. Madrid, 2 de julio.

Sus canciones, Bad bad bird, Silence kills, King disaster, My friends & I, It's not too late o Miriam, son pequeños cuadros fragmentados en mil colores musicales que requieren la atención inmediata de quien se para a verlos o, mejor dicho, escucharlos. Son canciones que transmiten.

Pérdida

Por ello y sin querer pecar de incomprensión u obstinación, haremos hincapié una vez más en la notable pérdida que supone para los grupos españoles el hecho de interpretar sus creaciones exclusivamente en inglés. Salvando el hecho de que se trata de una opción artística tan legítima como cualquier otra, lo cierto es que se limita en gran medida el potencial comunicativo que la propia obra tiene. Se establece un muro estilístico de carácter irreal y da la impresión de que los grupos que incurren en tal práctica se autoengañan, quizá para vencer cierta timidez artística.Sea como fuere, lo cierto es que las melodías de Vancouvers quizá pudieran sonar igual o mejor en la lengua de Cervantes, que en la de Shakespeare. Sólo es cuestión de intentarlo.

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