Crítica:

Alfredo Kraus sobre su pedestal

Marina

´_Opera de Camprodon, Ramos Carrión y Arrieta. Dirección musical:

O. Alonso. Coros:

V.Sciammarella. Dirección escénica: E. Sagi. Teatro de la Zarzuela,

Madrid 20 de mayo

Al cumplirse el centenario de la muerte de Arrieta, el teatro de la Zarzuela ha montado nuevamente Marina, según la reciente edición crítica de María Encina Cortezo, que clarifica algunos detalles de instrumentación y recupera el aria Iris de amor en el acto final. La pieza, radicalmente italianizante, hizo soñar un día a nuestro público con la realidad de una óper...

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Marina

´_Opera de Camprodon, Ramos Carrión y Arrieta. Dirección musical:

O. Alonso. Coros:

V.Sciammarella. Dirección escénica: E. Sagi. Teatro de la Zarzuela,

Madrid 20 de mayo

Al cumplirse el centenario de la muerte de Arrieta, el teatro de la Zarzuela ha montado nuevamente Marina, según la reciente edición crítica de María Encina Cortezo, que clarifica algunos detalles de instrumentación y recupera el aria Iris de amor en el acto final. La pieza, radicalmente italianizante, hizo soñar un día a nuestro público con la realidad de una ópera española. Tiene un fluir melódico fácil e inspirado y algún pasaje de españolismo academicista. Hoy, a juzgar por la reacción de los operófilos, no entusiasma, lo que es natural, dada su simpleza que, por otra parte, respondía a los gustos de la España isabelina.Era centro de la representación en el protagonista -alzado en un podio y condecorado en una escena berlanguesca- el tenor Alfredo Kraus, siempre repitiendo maestría y reestrenando juventudes. Cuando se calienta, Kraus nos da un belcantismo tan bello como el de todo el acto tercero y, de entrada, mantuvo su gallardía en la salida (Costas las de Levante) aun cuando el subsiguiente Al ver en la inmensa llanura del mar quedara un punto desmayado. Pero Kraus es quien es y a sus 66 abriles sigue pisando fuerte y recibiendo los piropos de las entusiastas.

Destacaron con él, el barítono Vicente Sardinero -bello timbre y estilo sobrio-, la soprano Ana María González, de tan atractivos pianísimos y el bajo Alfonso Echeverría, siempre digno y seguro. No estuvieron los coros a la altura de otras ocasiones y el maestro Odón Alonso, avezado y conocedor, hizo sonar la orquesta con transparencia y sirvió con exactitud las necesidades de los cantantes.

Los escenarios luminosos y los blancos trajes, de Julio Galán, se unificaron con la idea del director escénico, Emilio Sagi. El éxito fue claro y todos recibimos con simpatía la visita de esta vieja dama lírica que es Marina.

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