Crítica:DANZA

Cuando el mantón florece

El ballet flamenco pasa por un momento de crisis conceptual, o más bien de catarsis, que afecta desde la escala de las formaciones -el mercado- hasta el formato de producción. Caminos andaluces es una pieza controlada y llena de belleza que se imbrica en lo que ya es la nueva tradición que comenzó Antonio Gades.Buenas luces, excelente vestuario y telones excepcionales de diseño y pintura -una lluvia de mantones de Manila-, fueron elementos decisivos dearropamiento al baile. Cristina Hoyos (Sevilla, 1946) roza el equilibrio después del patinazo de Yerma y de las propuestas sin des...

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El ballet flamenco pasa por un momento de crisis conceptual, o más bien de catarsis, que afecta desde la escala de las formaciones -el mercado- hasta el formato de producción. Caminos andaluces es una pieza controlada y llena de belleza que se imbrica en lo que ya es la nueva tradición que comenzó Antonio Gades.Buenas luces, excelente vestuario y telones excepcionales de diseño y pintura -una lluvia de mantones de Manila-, fueron elementos decisivos dearropamiento al baile. Cristina Hoyos (Sevilla, 1946) roza el equilibrio después del patinazo de Yerma y de las propuestas sin desarrollar de Sueños flamencos. El aderezo lo pone Manolo Marín, experto y discreto, que en la sombra y desde su escuela sevillana, puede considerarse uno de los serios modernizadores del género.

Ballet Cristina Hoyos

Caminos andaluces: coreografía: Cristina Hoyos, Manolo Marín y Adrián Galia; música: Paco Arriaga; escenografía: Danlel Blanco y Pere Francesch; luces: Paco Doniz. Teatro Arriaga, Bilbao. 21 de abril.

No debe separarse al flamenco teatral y escénico del resto de la danza española, del total de los estilos (escuela bolera, clásico-español, bailes estilizados, folclore coreográfico, entre otros); es una antigua lucha conceptual que ha tenido abanderados ilustres como Antonio Ruiz Soler y Mariemma.

Caminos andaluces es un ballet moderno y de ponderada geometría, nutrido de escuela, que permite disfrutar las diferencias entre los bailes y su representación grupal o solista, según el caso. Aquí lo mejor fue la rondeña. Cristina Hoyos ha ganado con la madurez. Sigue fría, pues ella es así, pero su pose es de una plasticidad muy acentuada. La contrapartida se la da el joven Adrián Galla (Buenos Aires, 1965), con un estilo diferente, menos envarado y nada ortodoxo en brazos y manos. Su modernismo no choca y resulta hasta lírico por momentos. Aunque el sentido común diría que Hoyos y Galia no hacen buena pareja, lo consiguen, se compensan. En la compañía hay jóvenes de talento, aunque sin terminar, que atacan con rudeza los zapateados: es la moda del exceso que tapa y sumerge los otros detalles de la danza.

La música se mantuvo al servicio de la danza, con excelente cante emotivo y virtuoso, donde destacan las letras de sabor añejo.

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