La sombra de una infamia

Padul quiere terminar con la asociación que desde hace años persigue el nombre del pueblo: Padul igual a fraude. La pasada Navidad, el azar del segundo premio de la lotería fue la primera oportunidad. En realidad, el premio no se vendió exclusivamente en Padul ni enriqueció a parte de sus 6.500 habitantes, pero fue acogido con la esperanza de contrarrestar lo que allí consideran la sombra de una infamia. Ayer, la alcaldesa, Josefa Miranda, no pudo por menos que comparar la absolución con la fortuna de los números. "Es mejor que la lotería, aunque aquello fue precioso", comentó.Ninguno de los j...

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Padul quiere terminar con la asociación que desde hace años persigue el nombre del pueblo: Padul igual a fraude. La pasada Navidad, el azar del segundo premio de la lotería fue la primera oportunidad. En realidad, el premio no se vendió exclusivamente en Padul ni enriqueció a parte de sus 6.500 habitantes, pero fue acogido con la esperanza de contrarrestar lo que allí consideran la sombra de una infamia. Ayer, la alcaldesa, Josefa Miranda, no pudo por menos que comparar la absolución con la fortuna de los números. "Es mejor que la lotería, aunque aquello fue precioso", comentó.Ninguno de los jornaleros acudió personalmente a recoger la sentencia. Este periódico comunicó por teléfono a los familiares de varios de los procesados la noticia, pero la acogieron con el mismo grado de indiferencia e incredulidad con que asistieron a las interminables jornadas del juicio. Les parecía bien, pero sin desmesura.

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Los peores momentos, cuentan en el pueblo, transcurrieron en los días previos al inicio del juicio en la Audiencia de Granada. Luego, la costumbre de la sala de audiencias y la prosopopeya del tribunal amortiguó la preocupación y el miedo.

La presencia de los acusados de Padul en el juzgado forma parte de la historia del propio edificio. Han quedado muchas anécdotas, pero la más ilustrativa del carácter colectivo quizás sea la del tipo del sombrero.El hombre del sombrero

Uno de los jornaleros, completamente calvo, era obligado constantemente a destocarse al entrar en la sala. Un día, antes de reiniciarse el juicio, el presidente del tribunal no advirtió entre la muchedumbre la ostensible calva del acusado. Entonces detuvo el juicio y planteó que faltaba un jornalero: el del sombrero. Al instante, un hombre se puso en pie y aclaró al tribunal: "Soy yo, pero con peluca". Los cansinos destocamientos de respeto ante el tribunal le aconsejaron recurrir al bisoñé.

Desde que el fiscal, en sus conclusiones definitivas, redujo a sólo tres meses la condena a los jornaleros, frente al año largo pedido con anterioridad, los acusados perdieron casi todo el interés en su propia suerte. Lo único que les preocupaba era que tuvieran que devolver lo que cobraron hace seis años. Algunos había apartado del premio de la lotería las 240.000 pesetas, pero ni siquiera esta prevención ha sido necesaria.

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Pero ayer, el ex alcalde Diego García Villena seguía lamentándose de que el pueblo aun necesite mendigar el subsidio: "Esto es lo que más me duele: que haya gente que para comer tenga que pordiosear de puerta en puerta". García Villena no tendrá que ir a la cárcel al ser la pena de un año.

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