Para estómagos o confesionales

Proliferan las carnicerías musulmanas en la región y superan ya en número a las hebreas

"Hay demanda, luego hay oferta", sostiene Mustafá. El Corán y la ley de la economía de mercado se dan la mano: Mustafá ya tiene abiertas cuatro carnicerías musulmanas en Madrid (dos en la capital, una en Villalba y otra en Majadahonda.) Y prepara otras dos, en el centro y en Fuenlabrada. No es el único que se apunta al negocio de la gastronomía religiosa, que llega también al gremio de la restauración. Otra comunidad, la hebrea, dispone de dos carnicerías y un restaurante kasher. Allí el alimento se prepara según la religión de Israel. En Madrid, las carnicerías confesionales...

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"Hay demanda, luego hay oferta", sostiene Mustafá. El Corán y la ley de la economía de mercado se dan la mano: Mustafá ya tiene abiertas cuatro carnicerías musulmanas en Madrid (dos en la capital, una en Villalba y otra en Majadahonda.) Y prepara otras dos, en el centro y en Fuenlabrada. No es el único que se apunta al negocio de la gastronomía religiosa, que llega también al gremio de la restauración. Otra comunidad, la hebrea, dispone de dos carnicerías y un restaurante kasher. Allí el alimento se prepara según la religión de Israel. En Madrid, las carnicerías confesionales coexisten pacíficamente. Ninguna de ellas tiene cerdo.Carne, dátiles, cuscús. Vídeos de la Intifada y casetes religiosos, también bajo el cartel carnicería musulmana El Aman, en la calle de Herrera Oria, hay de casi todo. "Las películas vi ' enen bien para entretenerse y las charlas nos acercan a nuestra cultura", explica su dueño, Mustafá Elmhassani. Nació en Tánger (Marruecos) hace 43 años, pero ha pasado los últimos 24 en España.

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Mirando a La Meca

Mustafá puso primero una joyería. Hace "cinco o seis años" entró en la alimentación y ahora tiene cuatro establecimientos dedicados a expender carne y productos típicos, uno de ellos en el mercado de la Cebada. Ahora, el industrial tangerino anda ojo avizor con los locales para ampliar su red comercial. El negocio está en expansión. "En Madrid hay 35.000 o 40.000 musulmanes. Cada vez somos más. Los emigrantes van trayendo a sus familias", explica.

La carnicería El Aman (La Confianza) está próxima al poblado chabolista de Peña Grande, pero el grueso de la clientela viene del barrio del Pilar y de otras zonas. También hay cristianos que asoman la nariz. "A veces la gente dice: 'iUy!, una carnicería mora'. Luego ve que no hay tanta diferencia", cuenta Mustafá. Pero alguna hay: si no, no tendría razón de ser. El rito musulmán establece normas para el sacrificio de los animales: hay que matar la res mirando hacia la ciudad santa de La Meca, hacerlo de un solo tajo, dejar dos tercios del cuello con la cabeza y el otro tercio en el cuerpo, desangrar el animal. Todo presidido por una invocación al nombre de Alá: "Besmeelah".

"Al a shejita", pronuncia en cambio el rabino hebreo, que actúa "como matarife y veterinario". Los judíos también invocan a Dios, a Yahvé, a la hora de sacrificar los animales, tal como expi¡ca otro tangerino, William Samuel Cohen, safardí de nacionalidad española. Regenta una de las dos carnicerías hebreas de Madrid y también fue joyero.

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Cohen, en cambio, asegura que su negocio no es boyante. Los hebreos en Madrid son unos 4.000, pero no abunda la ortodoxia, afirma. La clientela no es mucha, pero el carnicero hebreo está encantado: "Me deja mucho tiempo para rezar".

William Cohen, como Elías, el otro carnicero judío, ha evitado identificar el talante de su negocio en la fachada. Ambos están próximos a la sinagoga de la calle de Balmes. "No es por miedo, es que no quiero propaganda. Los judíos de Madrid somos una gota en el océano", asegura el primero. Una foto del rabino de Nueva York preside su tienda, en. la que también se expende pan ácimo y vino judío. Cohen, que porta la kipa (pequeño gorro similar al solideo papal) y se define como un judío ortodoxo, se siente además "muy español".

En la otra mezquita madrileña, situada junto a Bravo Murillo, no hay restaurante. El responsable de la tienda de alimentación tiene voluntad de anonimato y una queja: "Tenemos que vender un poco más caro porque en el matadero nos cobran más".

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