Un camión para Moscú

31 'niños de la guerra' que volvieron de la Unión Soviética organizan el envío de ayuda humanitaria

Han vivido medio siglo en la antigua Unión Soviética, adonde llegaron de críos para escapar de la contienda civil española. Una treintena de estos niños de la guerra habitan desde marzo en la residencia El Retorno de Alalpardo, a 30 kilómetros al norte de Madrid. Están aquí, pero su mente viaja a las actuales penurias de allá. Por eso buscan un camión. Con él pretenden recorrer los 4.500 kilómetros que les separan de Moscú para llevar ayuda a sus antiguos conciudadanos. "Ayer por nosotros, hoy por vosotros", piensan, y maquinan cómo conseguir el volquete.Su retorno se ha debido a l...

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Han vivido medio siglo en la antigua Unión Soviética, adonde llegaron de críos para escapar de la contienda civil española. Una treintena de estos niños de la guerra habitan desde marzo en la residencia El Retorno de Alalpardo, a 30 kilómetros al norte de Madrid. Están aquí, pero su mente viaja a las actuales penurias de allá. Por eso buscan un camión. Con él pretenden recorrer los 4.500 kilómetros que les separan de Moscú para llevar ayuda a sus antiguos conciudadanos. "Ayer por nosotros, hoy por vosotros", piensan, y maquinan cómo conseguir el volquete.Su retorno se ha debido a la morriña y a la necesidad. Después de trabajar durante décadas, la inflación que asola la antigua Unión Soviética ha dejado sus pensiones convertidas en papel mojado. Esa misma situación la sufren sus hijos y nietos que quedaron allá. Por eso, muchas cartas y llamadas telefónicas que reciben acaban en lágrimas. Así surgió la idea del camión.

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Víctor Mirón, director de El Retorno, explica que han solicitado a numerosas empresas género pasado de moda o con. pequeños defectos. Productos sobrantes en una sociedad de consumo, pero completamente servibles. "Tenemos chóferes jubilados que conocen las carreteras rusas y que podrían llevar la mercancía", asegura. "Ahora estamos recogiendo donativos para conseguir los ocho millones de pesetas que nos piden por un vehículo con capacidad de 30 toneladas", añade. El reparto de las ayudas lo hará una organización de la iglesia ortodoxa rusa que trabaja en las zonas más deprimidas.

Luis Lavin, bilbaino de 68 años, ha regresado con su esposa rusa. Allí, en la ciudad de Saratov, han dejado a su hijo. "Tiene un buen sueldo que sólo le llega para comer", explica. "También nosotros, que estuvimos empleados en el ejército, cobrábamos una buena pensión, pero la inflación, que aumenta un 20% cada mes, ha quitado valor a nuestro dinero", añade. "Aquí, cuando vemos en la tele que la inflación sube un punto y que eso preocupa, nos morimos de risa", afirma. Venir no fue fácil. Tuvo que falsificar una partida de nacimiento. "Para salir me pedían la partida de nacimiento rusa. Yo les decía: pero si he nacido en Bilbao. Y era lo mismo, algo absurdo", concluye. Su compañero, Patxo Hernández, de 69 años, regresó varias veces de vacaciones a su Bilbao natal. "Pero siempre preferí volver a la URSS, no sé, creía en aquel sistema, en el que pudimos estudiar y no vivíamos mal. Luego empezamos a enteramos de los crímenes de Stalin, todo se derrumbó...", asegura. "Ahora ya no creo en nada, ni en unos ni en otros", afirma tajante. Su esposa soviética ha regresado con él. Pero no sus hijos y nietos. "Vienes porque te tira esto, porque sabes que te quedan pocos años de vida y quieres morir aquí", afirma. Ha podido volver porque la Administración española les pagó el pasaje. "Había que pagar el billete en dólares y nosotros cobramos la pensión en rublos; sin ayuda hubiera sido imposible" explica.

Esa misma idea fija de retornar es la que empujó a Antonio Sánchez, madrileño de 70 años. En Ucrania ha dejado a su mujer y a un hijo. "Como tenemos dos casas y un pequeño rancho nos defendíamos, pero yo quería venir". Unos no regresaron antes porque perdían el derecho a la pensión. Otros porque allí tenían mujer e hijos y su familia española había muerto.

Vicente García, asturiano de 74 años, marchó a Rusia con la División Azul. En 1956, ya casado y con hijos, regresó a España. Pero su mujer, rusa, echaba de menos aquello y se volvieron. Ahora está ya aquí de forma definitiva.

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Uno de los últimos en llegar a Madrid ha sido Luis Fonturbe, también vasco, de 65 años. Tra-bajó durante 27 años en el circo ruso. Hace mes y medio estaba en Moscú. "En los últimos dos años mi mujer y yo, que teníamos buenas pensiones, no hemos podido compramos unos zapatos, todo se iba en comida y, a veces, ni llegaba para todo el mes", explica.

El proyecto de llevar ayuda a los que allí quedaron llena las horas de los retornados a Alalpardo. La mayoría tienen ya el carné de identidad español. Y cada vez que uno nuevo lo consigue celebran una fiesta.

Ahora esperan que España y la Federación Rusa lleguen a un acuerdo sobre sus pensiones. Allí, con la inflación de los últimos años, ya no les servía para nada. Aquí, una vez recuperada la nacionalidad española, les dan una ayuda de 70.000 pesetas y después 40.000 mensuales durante año y medio. ¿Y luego qué?, se preguntan.

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