Bill Clinton y Jiang Zemin no logran superar las diferencias políticas entre China y EE UU

China y Estados Unidos se conocen mejor, pero no están más cerca de un entendimiento. Ésta fue la conclusión a la que ambos países llegaron después de la entrevista en Seattle entre los presidentes norteamericano y chino, BIU Clinton y Jiang Zemin, respectivamente, en la que se demostró que las diferencias políticas bilaterales ponen en serio peligro el interés mutuo de ampliar las relaciones comerciales. Jiang no anunció a Clinton ninguna de las concesiones esperadas en relación con los derechos humanos y la venta de armas chinas a países del Tercer Mundo enemigos de EE UU.

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China y Estados Unidos se conocen mejor, pero no están más cerca de un entendimiento. Ésta fue la conclusión a la que ambos países llegaron después de la entrevista en Seattle entre los presidentes norteamericano y chino, BIU Clinton y Jiang Zemin, respectivamente, en la que se demostró que las diferencias políticas bilaterales ponen en serio peligro el interés mutuo de ampliar las relaciones comerciales. Jiang no anunció a Clinton ninguna de las concesiones esperadas en relación con los derechos humanos y la venta de armas chinas a países del Tercer Mundo enemigos de EE UU.

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Cuando Clinton habló de derechos humanos, Jiang respondió con las leyes vigentes en una nación soberana como es China. Cuando Clinton habló de venta de armas a Irán, Jiang contestó con la venta de armas norteamericanas a Taiwan. Cuando Clinton destacó la próxima entrega a Pekín de un supercomputador para la predicción del tiempo, Jiang recordó que todavía está prohibida en Estados Unidos la venta de su principal tecnología a la República popular china.Fue, en definitiva, según se deduce de las posteriores declaraciones de funcionarios de los dos países, una reunión en la que uno habló de peras y el otro de manzanas. La entrevista, la primera entre los jefes de Estado de China y Estados Unidos desde 1989, sirvió, al menos, para romper el hielo que había dificultado las relaciones entre las dos naciones desde los sucesos de Tiananmen, cuando las tropas chinas abortaron violentamente las protestas a favor de un, cambio democrático en China con resultado de muertes y detención de los disidentes.

El secretario de Estado norteamericano, Warren Christopher, reconoció que la reunión "no ha aportado resultados específicos". El presidente Clinton dijo que había pedido al máximo dirigente chino "rápidos y concretos progresos" en el respeto a los derechos humanos.

El ministro de Relaciones Exteriores de ese país, Qian Qichen, confirmó que el presidente norteamericano había planteado el asunto de los derechos humanos, pero añadió que "el problema no fue discutido porque China tiene una política muy clara al respecto".

Reunión con Hokosawa

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La entrevista entre Clinton y el primer ministro japonés, Morihiro Hokosawa, fracasó también en su propósito de ampliar el marco de colaboración diseñado en la visita del presidente norteamericano a Tokio el pasado mes de julio. Se esperaba también más de una reunión entre dos líderes jóvenes que parecían llamados a crear una nueva relación entre los dos grandes rivales económicos del planeta.Pero Clinton no obtuvo ninguna concesión japonesa en el terreno comercial. Lo único que salió de esa reunión fue el anuncio de una próxima visita oficial de Hokosawa a Washington para discutir más en profundidad las relaciones entre ambos países.

La entrevista con Jiang ni siquiera sirvió para eso. La reunión de Clinton con el hombre que, además de la presidencia, ocupa la jefatura del partido y del Ejército en China, fue útil más bien para tranquilizar a quienes temían que Estados Unidos renunciara a todos sus principios políticos en beneficio de la introducción en un mercado extraordinariamente atractivo.

Esto no quiere decir que Washington dé ya por perdido ese mercado, sino más que bien que pretende ganarlo de una manera más discreta, emboscado, si es posible, en el conjunto de los países de la Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC), que ayer celebraban una cumbre en Seattle.

Bill Clinton dijo que Estados Unidos no pretendía dictar su política a China, pero que estaba interesado en cuatro gestiones específicas, de las que -aunque no lo dijo así- puede depender la renovación el año próximo del trato de nación más favorecida para China. Estas cuatro condiciones son:

- La liberación de los presos políticos, especialmente de aquellos que se encuentran enfermos. Clinton mencionó particularmente a Wang Juntao, disidente detenido tras los sucesos de Tiananmen.

- La apertura de un diálogo con el líder religioso del Tibet en el exilio, el Dalai Lama.

- Permitir el acceso de la Cruz Roja Internacional a las prisiones chinas para comprobar las condiciones de detención.

- Permitir que inspectores internacionales comprueben que los presos no están siendo utilizados en trabajos forzosos sin remunerar.

De alguna manera, el mensaje que Clinton transmitió a Jiang fue el de que sin el cumplimiento, al menos parcial, de estas condiciones será imposible normalizar las relaciones entre ambos países. El Gobierno chino ha anunciado ya que está dispuesto a considerar la apertura de las prisiones a la inspección de la Cruz Roja.

En cuanto al conflicto del Tibet, el ministro chino de Exteriores dijo que su país podría abrir negociaciones con el Dalai Lama, pero añadió acto seguido: "Hay algo que no puede ser discutido, y es que Tibet no puede de ninguna manera declarar su independencia de China".

El presidente Jiang Zemin es esperado hoy en La Habana, en la primera visita oficial de un jefe de Estado chino a la isla de Cuba, donde se entrevistará con Fidel Castro.

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