Crítica:JAZZ

A piñón fijo

Los cuartetos puros de saxos han proliferado con tal entusiasmo que ya no es fácil buscarles nombres originales a los que van surgiendo. Por contra, constituye una rareza casi de museo encontrar a cuatro saxofonistas acompañados por una sección rítmica. Esta última fue la que le salvó la cara a Roots.Los dispares miembros de este grupo, formado en 1991, parecen tener un interés muy relativo en explotar posibilidades tímbricas o de cualquier otro tipo. A pesar de los múltiples tratamientos expresivos que admiten maravillas como Stolen moments, Impressions o Stablemates, cada uno subió al...

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Los cuartetos puros de saxos han proliferado con tal entusiasmo que ya no es fácil buscarles nombres originales a los que van surgiendo. Por contra, constituye una rareza casi de museo encontrar a cuatro saxofonistas acompañados por una sección rítmica. Esta última fue la que le salvó la cara a Roots.Los dispares miembros de este grupo, formado en 1991, parecen tener un interés muy relativo en explotar posibilidades tímbricas o de cualquier otro tipo. A pesar de los múltiples tratamientos expresivos que admiten maravillas como Stolen moments, Impressions o Stablemates, cada uno subió al escenario con su instrumento bajo el brazo, dispuesto a no soltarlo así se lo pidiese de rodillas el mismísimo Adolphe Sax. Todos los arreglos fueron resueltos a piñón fijo con tres tenores y un alto. La amplificación hizo el resto y contribuyó a crear una marejada de sonidos algo monótona, sólo aliviada por Dewey Redman, inesperado sustituto de Sam Rivers, y por la excelente labor de los hombres de apoyo, en especial la del extraordinario pianista George Cables, también alternativa forzada del anunciado Pon Pullen.

Roots

Dewey Redinan, Chico Freeman y Keith Anderson (saxo tenor), Arthur Blythe (saxo alto), George Cables (piano), Santi DeBriano (contrabajo), Idris Muhammad (batería). Auditorio Nacional. Madrid, 4 de noviembre.

A Keith Anderson, el tercer hombre no esperado, éste en lugar de Nathan Davis, unos segundos le bastaron para alcanzar temperaturas tórridas afianzados sobre modos de construcción no muy lejanos de los empleados por los saxofonistas del soul. Chico Freeman confirmó lo inmaduro de su sonido y lo efectista de su fraseo, mientras Arthur Blythe recordó lo fatigoso que puede ser una forma de tocar absolutamente personal.

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