Más animal

El recital de Fito Páez a voz y piano en la sala El Sol, se vendió como una reunión para amigos. Amigos tiene, y santos. Gente del cine, de la música, colonia argentina y demás aficionados aguantaron a pie firme y a la intemperie una lluvia incesante, mientras la sala mantenía desconsideradamente sus puertas cerradas a cal y canto. Más que amigos, primos. Más que primos, hermanos.A solas con el plano, el argentino, un ídolo en su país, es una exageración, en el amplio sentido de la palabra. Pertenece a esa rara especie de artistas incandescentes que cogen al público por la solapa y le encierra...

El recital de Fito Páez a voz y piano en la sala El Sol, se vendió como una reunión para amigos. Amigos tiene, y santos. Gente del cine, de la música, colonia argentina y demás aficionados aguantaron a pie firme y a la intemperie una lluvia incesante, mientras la sala mantenía desconsideradamente sus puertas cerradas a cal y canto. Más que amigos, primos. Más que primos, hermanos.A solas con el plano, el argentino, un ídolo en su país, es una exageración, en el amplio sentido de la palabra. Pertenece a esa rara especie de artistas incandescentes que cogen al público por la solapa y le encierra en un mundo sensual a través de unas canciones fuera de norma, ricas armónicamente y de textos indirectos. Absorbe rock, tango, cabaré, blues y funk, latinizados a través de la vehemencia. Ante un público entregado y acompañado a veces por los rodríguez Ariel Roth y Andrés Calamaro, interpretó temas del último disco, El amor después del amor, recordó lo antiguo y presentó un duro y original vídeo de su canción Sasha, Sissí y el círculo de baba, dirigido por Adolfo Aristarain. Se entregó hasta el desborde y demostró que en la distancia corta de un club, es más animal.