Tribuna:

Un superviviente en plena forma

En la última película de Tony Scott, True romance, Dennis Hopper protagoniza una de esas secuencias que le han dado justa fama. Mientras Christopher Walken, ejerciendo de mafioso italiano, se dedica a torturarle, al hombre no se le ocurre nada mejor que explicarle su teoría sobre los sicilianos. La tesis consiste en que durante años las mujeres del lugar fueron violadas sistemáticamente por los moros, con lo cual todos los sicilianos tienen sangre árabe y son prácticamente negros. A Walken la teoría le hace mucha gracia. Tanta que se monda de risa y le besa en la frente antes de volarle...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

En la última película de Tony Scott, True romance, Dennis Hopper protagoniza una de esas secuencias que le han dado justa fama. Mientras Christopher Walken, ejerciendo de mafioso italiano, se dedica a torturarle, al hombre no se le ocurre nada mejor que explicarle su teoría sobre los sicilianos. La tesis consiste en que durante años las mujeres del lugar fueron violadas sistemáticamente por los moros, con lo cual todos los sicilianos tienen sangre árabe y son prácticamente negros. A Walken la teoría le hace mucha gracia. Tanta que se monda de risa y le besa en la frente antes de volarle la cabeza con su pistola.Aunque últimamente le caigan papeles de protagonista, lo cierto es que siempre recordaremos a Dennis Hopper por secuencias como ésta, en las que se muestra como lo que es, un espléndido actor secundario. Uno de esos secundarios cuya presencia, eso sí, contribuye a la buena marcha de cualquier película. Si le dejan, puede incluso robarle el producto al protagonista, cosa que Hopper ya hizo en Blue velvet, donde el fascinante psicópata Frank Booth era el personaje más interesante de la función.

Más información

Frank Booth, asesino sentimental, drogadicto y probablemente impotente, fue el individuo que nos permitió observar a todos que Dennis Hopper volvía a la carga y que quedaba definitivamente atrás su larguísima temporada consagrada a la politoxicomanía y el autohundimiento. Temporada que se inició a finales de los sesenta (cuando se suicidé comercialmente como director con The last movie, tras el inesperado éxito de Easy rider) y que aún duraba a finales de los setenta, cuando Francis Coppola le adjudicó el papel de fotógrafo chiflado en Apocalypse now.

Un buen día, afortunadamente para él y para sus seguidores, Dennis Hopper tocó fondo y decidió que había llegado el momento de limpiarse y ponerse en acción. Y vaya si lo hizo. De Blue velvet hasta ahora no ha parado de trabajar. A veces en películas francamente flojas (la comedia Flashback o los policiales Backtrack y Nads, carne de videoclub); pero muy a menudo en obras de interés, ya fuera como protagonista y director (Colors) o como intérprete de papeles pequeños pero importantes (el lunático de River's edge o el cantinero de The indian runner, ese estupendo filme de Sean Penn inspirado en una canción de Bruce Springsteen que pasó prácticamente inadvertido en nuestro país).

Dennis Hopper ha vuelto para quedarse. Y es probablemente el único tipo que puede explicarle a un mafioso su peculiar teoría sobre los sicilianos sin que le tiemble el pulso.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Archivado En