Consumo 'suspende' a los salones de bodas

Fue el día más feliz de su vida, o casi. La anunciada ternera de Ávila resultó de Holanda; el campaneado salmón ahumado, palometa de San Blas, y el sutil caviar de esturión, huevas de lumpo. La picaresca de algunos salones de banquetes de Madrid enfrenta a novios, padrinos y festeros a una cadena de irregularidades que empieza en los anuncios y acaba con una factura sorpresa. La Subdirección General de Protección al Consumidor ha inspeccionado 28 de estos locales. ¿Resultado? Todos, excepto uno cerrado por obras, incurrieron en alguna irregularidad.

La decisión de peinar los ...

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Fue el día más feliz de su vida, o casi. La anunciada ternera de Ávila resultó de Holanda; el campaneado salmón ahumado, palometa de San Blas, y el sutil caviar de esturión, huevas de lumpo. La picaresca de algunos salones de banquetes de Madrid enfrenta a novios, padrinos y festeros a una cadena de irregularidades que empieza en los anuncios y acaba con una factura sorpresa. La Subdirección General de Protección al Consumidor ha inspeccionado 28 de estos locales. ¿Resultado? Todos, excepto uno cerrado por obras, incurrieron en alguna irregularidad.

La decisión de peinar los salones de celebraciones respondió al intento de arrojar luz sobre un sector que arrastra multitudes. Por la criba pasaron 21 restaurantes y seis hoteles en los que los inspectores de Consumo sacaron la lupa y buscaron hasta el preceptivo cepillo de uñas en las cocinas. La selección se efectuó mediante un procedimiento aleatorio: la publicidad de las páginas amarillas de Telefónica. Consumo mantiene que los locales visitados representan el 80% de todo el sector en Madrid. Los empresarios, por contra, consideran que la muestra es insuficiente y no refleja la realidad.

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Las inspecciones generaron la apertura de más de 100 expedientes, sobre todo en los restaurantes. Las faltas más comunes se dieron en la higiene y en las listas de precios, así como obviar el IVA o carecer de carteles que anuncien las hojas de reclamaciones. De este rosario de incumplimientos, no sólo ningún local quedó libre, sino que el mejor parado sumó dos expedientes, y el peor, 9 de los 11 posibles (únicamente acertó en la publicidad y en la temperatura de los congeladores).

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Consumo destapa irregularidades en todos los salones de banquetes inspeccionados

VIENE DE LA PÁGINA 1Los incumplímientos afloran ya a la hora de pagar: el 44% de los locales carecía de cartas de precios selladas -en un caso apareció retocada- Además, sólo ocho establecimientos -siete restaurantes y un hotel- emitían facturas correctas. El resto caía en alguna irregularidad, al no especificar, por ejemplo, el menú o el IVA. Una situación ante la que, en tres de los restaurantes inspeccionados, hubiese resultado imposible pasar del puñetazo en la mesa a la queja formal: carecían de hojas de reclamaciones, porque no habían presentado ante la Dirección General de Turismo la solicitud de clasificación y apertura. Y de los 25 establecimientos que sí disponían de hojas de reclamaciones, sólo 10 exponían su disposición con un cartel anunciador.

Esta falta de papeles alcanza incluso a los empleados. En el 53% de los casos, los trabajadores que tocan los alimentos carecen de carné de manipulador actualizado, pese a una orden de junio de 1992 de la Consejería de Salud que les califica como de "alto riesgo".

Hasta aquí, lo que aguarda en el umbral. Pero los problemas pueden surgir con anterioridad. El precio medio de un menú en un restaurante ronda 4.500 pesetas, y en un hotel, 7.000. Un dinero que, multiplicado por la cifra de asistentes, invita a leer con detenimiento la letra pequeña del contrato de servicios, especialmente porque en el 65% de los estableclmientos inspeccionados alguna de las condiciones generales de contratación fue catalogada de "abusiva". Y ejemplos hay. Un local no sólo modificó los platos de los menús, sino que también varió los precios "según mercado". Esta práctica está prohibida.

En otros casos, el problema puede surgir al contratar los servicios con gran antelación. La mayoría de los locales no ofrece garantías por escrito del mantenimiento de precios. "A la entrega de la señal no se especifica el menú elegido ni tampoco el precio en el documento que se cumplimenta", indica el informe. Esta situación abre las puertas a las sorpresas. Consumo prosigue: "Por ello, a escasas fechas de la celebración, que es cuando se establece el menú, los contratantes pueden encontrarse con un aumento sobre el presupuesto previsto".

Un cebo empleado por algunos locales para atraer clientes consiste en regalar el traje de novia. Un poco de ilusión. Estas ofertas aparecen incluso en las páginas amarillas. La ganga, sin embargo, no siempre es a medida. En cuatro casos, la publicidad resultó engañosa y la oferta sólo valía si el traje se adquiría en un establecimiento determinado y para un modelo concreto. Si el corte no le gustaba a la novia y se elegía otro, tocaba pagar; es decir, el local descontaba 20.000 pesetas del importe total.

El truco más llamativo, con todo, llega a la hora de hincar el diente. En los folletos, muchos salones barnizan sus ofertas con lo que Consumo denomina "productos con reclamo de calidad por su origen geográfico es decir, ternera de Avila, langostinos del Caribe o salmón noruego. La inspección desveló que ocho de los 12 establecimientos que decían ofrecer ternera de Avila, en realidad servían ternera a secas -en un caso, traída de Holanda-

En los otros cuatro locales se comprobó que la denominación procedía de las propias empresas suministradoras. Una denominación errónea. La auténtica es la de carne de avileño. Su comercialización requiere la inscripción en un registro oficial. Ninguna de las citadas empresas figuraba en dicho registro. Algo parecido sucedió con el anunciado salmón ahumado -en dos casos, palometa- y el caviar, que correspondía a huevas de lumpo. "Yo no sé si hay picaresca. El asunto está en quién hace la mejor compra. Y si uno consigue la mejor ternera de España, puede que diga que es ternera de Ávila, porque eso es lo que atrae a la gente", comentó el gerente de un salón.

La prueba del algodón

Los requisitos higiénico-sanitarios mostraron la diferencia entre los hoteles y los restaurantes. Los primeros superaron con nota la prueba del algodón en comedores y cocinas. Los restaurantes, en cambio, suspendieron: más del 20% reunía condiciones de limpieza y conservación entre malas y regulares. "En dos establecimientos se observó la presencia de insectos vivos en la cocina", indica el informe.

Mejor libradas salieron las temidas mayonesas. Ningún establecimiento fue expedientado por sus salsas. "Esa es una prueba de que el sector cumple. En Madrid hay más de 500.000 sillas dispuestas todos los días para dar de comer a la gente y las intoxicaciones ocurren poquísimas veces", comentó el portavoz de AMERC.

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