Los directores alemanes marcan la pauta en las grandes orquestas de Estados Unidos

El poderoso agente neoyorquino Ronald Wilford es el responsable de la desbandada

Los directores alemanes marcan desde hace años la pauta en las grandes orquestas estadounidenses, donde son considerados una garantía de profundos conocimientos técnicos y fiabilidad. prusiana. El bávaro Wolfgang Sawallisch es ya la cuarta estrella de la batuta que se traslada a Estados Unidos para hacerse cargo de la dirección de la Orquesta de Filadelfía. Sawallisch, de 70 años, ha seguido el ejemplo de sus compatriotas Kurt Masur (Orquesta de Nueva York), Christoph Eschenbach (Houston) y Christoph von Dohnanyi (Cleveland). El responsable de la exportación alemana es el agente neoyorquino Ro...

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Los directores alemanes marcan desde hace años la pauta en las grandes orquestas estadounidenses, donde son considerados una garantía de profundos conocimientos técnicos y fiabilidad. prusiana. El bávaro Wolfgang Sawallisch es ya la cuarta estrella de la batuta que se traslada a Estados Unidos para hacerse cargo de la dirección de la Orquesta de Filadelfía. Sawallisch, de 70 años, ha seguido el ejemplo de sus compatriotas Kurt Masur (Orquesta de Nueva York), Christoph Eschenbach (Houston) y Christoph von Dohnanyi (Cleveland). El responsable de la exportación alemana es el agente neoyorquino Ronald Wilford, cuya agencia domina en todo el mundo el mercado de música clásica.

Con montones de globos y mucha cerveza acogió la ciudad de Filadelfia, en el estado de Pensilvania, al nuevo director de su orquesta, el 13 de septiembre pasado, día en el que tomó posesión oficial de su cargo, en sustitución del italiano Ricardo Muti. Wolfgang Sawallisch ofreció en primer lugar a sus nuevos anfitriones obras exóticas estadounidenses de Aaron Copland, Ned Rorem y Samuel Barber, para luego deleitarles con algo de pura cepa alemana: la segunda sinfonía de Brahms.Director durante 21 años de la Bayerische Stasoper y considerado un defensor de las viejas estratégicas inmovilistas musicales, Sawallisch describe su nuevo trabajo a orillas del Delaware, fijado por el momento para tres años, como "algo excitante". Según su novel director, la orquesta tiene "calidad acústica profunda, sonido noble y una variedad increíble". "Con ellos puede ganarse el cielo", asegura.

Aunque Savallisch ha sido un invitado asiduo de la orquesta de Philadelphia, con la que debutó hace 27 años, sólo gracias a la labor callada de un poderoso intermediario neoyorkino ha conseguido que esa relación se convirtiera en algo permanente y duradero. Silencioso, hosco y duro como el acero, Ronald Andrew Wilford, de 65 años, está considerado el agente más poderoso de los escenarios internacionales de música clásica. Su empresa Cami (Columbia Artists Management Incorporated) es a la música clásica lo que General Motors a la industria norteamericana del automóvil: el líder. La lista de artistas que Cami representa y comercializa y cuyas agendas planea es como una enciclopedia de los grandes de la música: la violinista Anne Sophie Mutter y su colega británico punki Nigel Kennedy, la estrella rusa del violonchelo Mstislav Rostropovich, el teatro de marionetas de Salzburgo y el pianista Justus Frantz.

Sólo con su potencial sin competencia de solistas de primera fila, Cami ya sería el líder mundial y obtendría las correspondientes ganancias. Pero el mayor tesoro de Wilford es una lista de 100 directores que siguen el ritmo que él les marca. Es el verdadero director de directores. Claudio Abbado, el director de la Filarmónica de Berlín, su paisano y rival Riccardo Muti y también Carlos Kleiber, el genial insumiso, están en la lista de Wilford. Cuando levantan la batuta, el jefe de la Gürzenich James Conlon en Colonia, el italiano Giuseppe Sinopoli en la Staatskapelle de Dresden, el holandés Bernard Haitink en la Covent Garden Opera de Londres, el coreano Myung Whun Chung en la ópera de la Bastilla en París o el norteamericano James Levine en la Metropolitan ópera de Nueva York, Wilford está involucrado a distancia.

Todos los contactos y contratos de este neoyorquino son absolutamente secretos: las cuentas son confidenciales, y las fotografías suyas son escasas en los medios de comunicación. Como tampoco se desmiente nada, corre el persistente rumor de que Cami se queda con el 20% de todos los honorarios, es decir, el doble de lo normal.

Este emir de la música, hijo de un portero procedente de Salt Lake City, tuvo una relación de confianza con Herbert von Karajan como pocos la habían tenido. Después de la II Guerra Mundial, Wilford le abrió las puertas de EE UU a la estrella mundial en ascenso, mientras que Karajan le hizo accesibles las tierras originales de la música en Europa central. Entre los dos convirtieron la ciudad de los festivales, Salzburgo, en el centro de sus intereses.

Wilford tiene problemas en el Salzburgo post-Karajan y más aún con el actual director del festival de verano el polémico Gerard Mortier, con el que tan dificil es llegar a un acuerdo comercial. Probablemente Wilford no le perdone nunca a este flamenco de lengua afilada las declaraciones que hizo a Der Spiegel en 1987, cuando, siendo director de la ópera de Bruselas, le relacionó con "actuaciones mafiosas en el mundo de la música".

Por el contrario, las alabanzas al trabajo musical de Wilford en Estados Unidos vienen encadenadas. Para Rudolf Bing, ex director del Metropolitan de Nueva York, Wilford es "un verdadero mago". El director André Previn dice de él: "Quien se ha relacionado una vez con Cami ya no da un paso sin preguntarle".

Mientras, el propio Wilford ve su relación con los intérpretes más bien como un mecenazgo sin ánimo de lucro personal. "No tengo influencia", "no tengo poder", "nunca he impuesto nada a nadie". Y "no juego a ser Dios".

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