Entierros al amparo de la noche

Un camión azul sale por la puerta del depósito de cadáveres al caer la noche en el sector musulmán de la asediada ciudad de Mostar. El vehículo tiene una misión: recoger los muertos que se han producido durante el día. Los féretros se alinean al lado de las calles y, a pesar del tableteo de las ametralladoras croatas, el camión continúa su marcha rutinaria como si nada. El conductor bromea: "No me pueden matar, porque entonces no habría nadie que me pudiese llevar al cementerio".No falta el humor en esta ciudad, en donde 55.000 musulmanes viven desesperados, asediados por las milicias c...

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Un camión azul sale por la puerta del depósito de cadáveres al caer la noche en el sector musulmán de la asediada ciudad de Mostar. El vehículo tiene una misión: recoger los muertos que se han producido durante el día. Los féretros se alinean al lado de las calles y, a pesar del tableteo de las ametralladoras croatas, el camión continúa su marcha rutinaria como si nada. El conductor bromea: "No me pueden matar, porque entonces no habría nadie que me pudiese llevar al cementerio".No falta el humor en esta ciudad, en donde 55.000 musulmanes viven desesperados, asediados por las milicias croatas desde hace dos meses. Tan intensos son los ataques croatas contra el sector musulmán que los entierros sólo pueden celebrarse al amparo de la noche.

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Anoche fueron cargados seis cuerpos en la puerta de la morgue: el de un niño que murió por el disparo de un francotirador; el de un prisionero de guerra croata, muerto por un mortero disparado por su propia gente; el de un anciano faflecido por causas naturales; y los de tres soldados musulmanes, con un pequeño agujero un poco más arriba del corazón. Banderas bosnias manchadas de sangre cubren los féretros de los soldados musulmanes.

Con los faros apagados para evitar a los francotiradores croatas, el vehículo lleva su carga a lo que queda de unos almacenes destruidos, en donde esperan los familiares de las víctimas para celebrar un breve funeral. En el interior del derruido edificio se agrupan unas 60 personas, que dicen al unísono "Alá Akbar" (Dios es grande). Tras el funeral, los féretros vuelven a ser cargados en el camión y enterrados en un parque utilizado como cementerio en estos tiempos de guerra.

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