Editorial:

Las razones de Pujol

TIENE RAZÓN Pujol al reclamar de Felipe González el valor de explicar al país las causas y auténtica dimensión de la crisis y de defender las medidas, incluso las más impopulares, que serán precisas para hacerla frente. No es que sea la primera vez que el honorable pide que el presidente del Gobierno dé la cara, pero el emplazamiento es ahora más acuciante. Ahora: en el inicio del curso político, tras las vacaciones, y cuando el nuevo Gobierno, y en particular el nuevo equipo económico, ha tenido tiempo de ajustar su diagnóstico y de articular un plan coherente con el mismo. El pacto social, l...

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TIENE RAZÓN Pujol al reclamar de Felipe González el valor de explicar al país las causas y auténtica dimensión de la crisis y de defender las medidas, incluso las más impopulares, que serán precisas para hacerla frente. No es que sea la primera vez que el honorable pide que el presidente del Gobierno dé la cara, pero el emplazamiento es ahora más acuciante. Ahora: en el inicio del curso político, tras las vacaciones, y cuando el nuevo Gobierno, y en particular el nuevo equipo económico, ha tenido tiempo de ajustar su diagnóstico y de articular un plan coherente con el mismo. El pacto social, la concertación con otras fuerzas, podrá favorecer la aplicación de esas medidas, pero es responsabilidad de Felipe González, vencedor de las últimas elecciones, exponerlas ante los ciudadanos y responsabilizarse de su aplicación.Una vez excluida la hipótesis de la mayoría absoluta, así como la. posibilidad de un pacto del PSOE con Izquierda Unida QU) -rechazado por ambas partes-, las elecciones se plantearon en la práctica, especialmente en su tramo final, como un dilema en torno a quién, González o Aznar, encabezaría una mayoría en alianza con los nacionalistas catalanes y vascos. Carece de sentido, por ello, el reproche de que González amagó a la izquierda para acabar pactando con la derecha (nacionalista). Mucha gente pensaba que el Partido Popular, sin compromisos morales con los sindicatos y otros sectores de izquierda, estaba mejor situado para sacar al país de la crisis. Pero una porción mayor de la población pensó lo contrario y confió en el liderazgo de Felipe González para dirigir ese proceso. En ambos casos había un componente de apuesta, de cheque en blanco concedido a los candidatos: ninguno de ellos planteó con claridad las medidas impopulares que, en caso de ganar, tendría, inevitablemente, que adoptar: en materia de gasto social del Estado, pero también de presupuestos de las autonomías, subidas de impuestos -al menos.los indirectos-, etcétera.

Pero ese carácter de voto de confianza, unido al hecho de su larga permanencia a la cabeza del Ejecutivo, refuerza la responsabilidad personal de Felipe González. En el doble sentido de tener que asumir la contraída por los malos resultados de los últimos años y de comprometerse a hacer lo que sea preciso hacer, incluso si de ello derivase un alto coste (en términos de popularidad o electorales).

La suspicacia de Pujol de que los socialistas pensaban utilizarle como coartada ("los aliados nos lo exigen") para justificar el ajuste y modificar su propio programa puede tener fundamento al menos desde su punto de vista. Otra tentación posible de González es la de considerar que la responsabilidad directa de los asuntos económicos no es suya, sino de los técnicos: los Solbes, Solchaga, etcétera, o, como mucho, Serra, una vez añadido el adjetivo de económica a su vicepresidencia. Sin embargo, el objetivo de comprometer a sectores con intereses parcialmente contradictorios en una política común exige la puesta en juego del liderazgo social revalidado el 6-J. Para eso fue elegido González, y no Solbes o Serra.

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Ello no es necesariamente incompatible con un mayor protagonismo, en su terreno respectivo, de los ministros, a los que la Constitución de 1978, que no es presidencialista, atribuye una relevancia que va más allá del papel de meros consejeros del presidente. Pero lo sustancial es que en momentos de emergencia como el actual, y después de unas elecciones tan personalizadas como las de junio, el jefe del Gobierno debe desempeñar un papel central, tanto en la asunción de responsabilidades pasadas como en la proposición de iniciativas de futuro. Ludwig Erhard es considerado el padre de la recuperación alemana de posguerra; pero fue la autoridad moral de Adenauer lo que hizo posible que empresarios, sindicatos y otros sectores sociales aceptaran los sacrificios necesarios para que dieran resultado las medidas ideadas por el que fuera su ministro de Economía entre 1949 y 1963.

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