Cartas al director

Sexualidad y genes

Viene siendo habitual que, con la llegada del verano, la prensa en general, ante la falta de noticias, "tenga a bien" tratar sobre temas que el resto del año pasarían -pasan- con más pena que gloria. La cuestión homosexual es, sin lugar a dudas, una de las estrellas estivales. El pasado 28 de julio de 1993, EL PAÍS dedicaba uno de sus dos editoriales a discernir sobre las diferentes hipótesis acerca de las posibles causas genéticas de la homosexualidad. Me sorprendió -que no extrañó- que el tema se mereciera un editorial, y no me extrañó porque el año pasado por estas fechas se dedicar...

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Viene siendo habitual que, con la llegada del verano, la prensa en general, ante la falta de noticias, "tenga a bien" tratar sobre temas que el resto del año pasarían -pasan- con más pena que gloria. La cuestión homosexual es, sin lugar a dudas, una de las estrellas estivales. El pasado 28 de julio de 1993, EL PAÍS dedicaba uno de sus dos editoriales a discernir sobre las diferentes hipótesis acerca de las posibles causas genéticas de la homosexualidad. Me sorprendió -que no extrañó- que el tema se mereciera un editorial, y no me extrañó porque el año pasado por estas fechas se dedicaron muchas páginas a hablar del hipotálamo, tan olvidado ahora el pobrecillo. La sensación que siente -siento- una persona con práctica homosexual es la de un conejillo de Indias, a la merced de la ciencia y del perdón divino y moral aquí en la tierra.El editorial comenta que si las investigaciones demuestran que en "algunos casos" (gracias por lo de "algunos", yo siempre he creído elegir mi opción sexual) son genéticos, ninguna objección se podrá hacer al respecto (sic). ¿De verdad cree el autor de tamaña afirmación que la sexualidad, con sus componentes de afecto, deseo, enamoramiento, morbo, odio, cariño... puede estar regido por fórmulas y/o determinismos biológicos? Y de creerlo, ¿no le parece que con afirmaciones semejantes, en épocas todavía recientes de la historia, se han cometido barbaridades atroces?

Nunca se me ha ocurrido preguntarle a nadie por las razones de su "heterosexualidad"', aunque, tal y como están los tiempos, sería "interesante" que más de uno se lo cuestionara. Buscar respuesta a los orígenes de la homosexualidad es tan descabellado como interrogarse por qué unas personas detestan la carne y se hacen vegetarianas y otras son ateas en lugar de católicas o budistas.

El editorial -no me esperaba menos- hace un llamamiento a la no discriminación de la homosexualidad; es de agradecer que, a pesar de todo, se nos perdone la vida. Espero que con la llegada del otoño dejaré de ser objeto de estudio. Sólo me resta agradecer que sea publicada esta carta si, como imagino, el derecho a réplica y crítica siguen teniendo valor en su diario.-

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