Crítica:DANZA FESTIVAL DE ITÁLICA

Paso y compás

Un buen ballet se puede ver muchas veces, lo mismo que puede oírse sin aburrir una gran sinfonía o contemplar una pintura. Gentilmente, el Festival de Itálica accedió a una petición de Víctor Ullate: repetir en el espléndido coliseo de la Maestranza dos ballets que habían tenido su estreno mundial el año pasado en al aire libre también en Sevilla, y reducir la novedad a la primicia de su homenaje a Chaikovski. No le faltaba. razón, con su experiencia, al director maño: tanto De Triana a Sevilla como Arrayan Daraxa son otra cosa bajo techo: mejoran en forma y recepción, adquieren ...

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Un buen ballet se puede ver muchas veces, lo mismo que puede oírse sin aburrir una gran sinfonía o contemplar una pintura. Gentilmente, el Festival de Itálica accedió a una petición de Víctor Ullate: repetir en el espléndido coliseo de la Maestranza dos ballets que habían tenido su estreno mundial el año pasado en al aire libre también en Sevilla, y reducir la novedad a la primicia de su homenaje a Chaikovski. No le faltaba. razón, con su experiencia, al director maño: tanto De Triana a Sevilla como Arrayan Daraxa son otra cosa bajo techo: mejoran en forma y recepción, adquieren una dimensión escénica muy superior. El público estuvo caluroso y revisó con entusiasmo las dos obras en el fondo tan relacionadas con la tierra hispalense y cuyo rodaje ha hecho más firmes.El Concierto para tres será en el futuro un buen ballet de repertorio, ideal para abrir programa. Como toda obra de creación, necesita ajuste y decantación; tiene, no obstante, un riesgo enorme en su punto de partida: la coreografía está redactada por tres personas: Ullate mismo y dos de sus discípulos: Eduardo Lao, que ya acertó con Tierra madre, y Víctor Orive, que así se estrena como creador con su propia compañía; los tres arman sus pasos sobre dinámicas diferentes, y la unidad se consigue a través de las piezas para piano de Chaikovski, los diseños (espléndidos telones en un art déco con buena cuna que recuerdan las tapicerías decorativas de Emile-Jacques Ruhlmann) y, claro está, de la interpretación. Hay que mencionar luces y vestuario, todo de una suave y eficaz armonía.

Ballet de Víctor Ullate

Concierto para tres: Víctor Ullate, Eduardo Lao y Víctor Oríve / Piort llich Chaikovski; diseños: Pedro Moreno; De Triana a Sevilla: V. Ullate / Manolo Sanlúcar; Arrayan Daraxa: V. Ullate / Luis Delgado; diseños: Keso Dekker. Festival de Itálica. Teatro de la Maestranza. Sevilla, 2 de julio.

El ambiente de Concierto... respira una frescura que puede recordar la atmósfera que dibujó Scott Fitzgerald en A este lado del paraíso: los jóvenes, irreflexivos, corren por su propia vida, abren sus reclamos, gritan sus intereses, no escatiman intensidad a la hora de relacionarse; por momentos, hay unos accesos de tristeza, ráfagas de duda que desembocan en adagios. Las partes para piano del compositor petersburgués, ricas de temas (mazurcas, polkas y barcarolas que luego aparecían en los pas de caractére de sus grandes ballets), resultan muy útiles y los coreógrafos se han puesto de acuerdo para ir y venir sobre la escena ligando secuencias: es una buena experiencia nada común que la plantilla, cada vez más cohesionada, enrriquece con un baile muy terminado.

Ullate hace un guiño al pasado en la variación de Carlos López, que está sencillamente brillante en su papel y en sus evoluciones, con unas referencias literales al Cisne negro; la anécdota no viene mal: ese tema para piano fue utilizado por Riccardo Drigo, ya muerto Chaikovski y bajo instrucciones de Marius Petipa, para orquestar los compases de la variación femenina en la reposición del Lago de los cisnes cuando una bailarina estelar, Pierina Legnani, necesitó más madera para su lucimiento virtuoso. Con el paso del tiempo, Drigo fue olvidado y su trabajo errónea y comunmente aparece incluido en el catálogo chaicovskiano. Por esos azares del destino en ballet, ahora también ese minuto legendario de música sirve para destapar las esencias aéreas e histriónicas de un joven talentoso que posee no sólo la técnica necesaria, sino el brío interior que llega a recordar a su propio maestro.

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