Crítica:CINE

Policiaco con psicoanalista

El género negro, en sus múltiples variantes, resulta un filón inagotable de películas, tanto porque los guionistas y los realizadores vuelven una y otra vez sobre él como porque siempre hay un público potencial interesado por él. Su máximo inconveniente en que sus esquemas se repiten demasiado, y cada vez resulta más difícil encontrar algún filme policiaco con un mínimo de originalidad y cuyo desarrollo no sea fácilmente predecible por el simple aficionado.Procedente del mundo de la televisión, Christopher Crowe demuestra un gran interés por el cine negro. Tanto su primera película, ...

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El género negro, en sus múltiples variantes, resulta un filón inagotable de películas, tanto porque los guionistas y los realizadores vuelven una y otra vez sobre él como porque siempre hay un público potencial interesado por él. Su máximo inconveniente en que sus esquemas se repiten demasiado, y cada vez resulta más difícil encontrar algún filme policiaco con un mínimo de originalidad y cuyo desarrollo no sea fácilmente predecible por el simple aficionado.Procedente del mundo de la televisión, Christopher Crowe demuestra un gran interés por el cine negro. Tanto su primera película, Saigón (1990), ambientada en la guerra de Vietnam, como Susurros en la oscuridad, la segunda, pertenecen a él, y además también es el autor de sus respectivos guiones. Aunque, dados sus excesivamente tradicionales esquemas narrativos y lo previsible de su desarrollo, demuestra ser poco más que un entusiasta especialista.

Susurros en la oscuridad

Dirección y guión: Christopher Crowe. Fotografia: MIchael Chapman. Música: Thomas Newman. Estados Un Idos, 1992. Intérpretes: Annabella Sciorra, Jarney Sheridan, Anthony Lapaglia, Jill Clayburgh, Alan Alda. Estreno en Madrid: Roxy B, Peñalver, Aragón, Ideal (versión original subtitulada).

Freud gafe

La doctora Ann Hecker -que es el personaje protagonista de Susurros en la oscuridad- es una prestigiosa psicoanalista, que se toma con demasiado entusiasmo los problemas de sus pacientes, se obsesiona por ellos y acaba siendo la causante indirecta de la muerte de algunos. De forma que todos cuantos pasan por su consulta, como si la película estuviese financiada por los más duros detractores de las teorías del doctor Freud, acaban muriendo de forma violenta.Esta obsesión por la muerte no carece de atractivo, cómo a través de la psicoanalista la terrible impresión del suicidio de su padre se transmite a sus pacientes para destruirles. Aunque se pierde en cuanto la película no tarda en convertirse en el más tradicional policiaco donde todos pueden ser culpables, y no hace falta decir que acaba siéndolo quien menos cabía esperar. Y, además, tiene un tradicional final feliz que no sólo es un mal añadido, sino que resulta completamente incomprensible dramática y narrativamente.

A pesar de que no sabe crear imágenes con un especial atractivo, Christopher Crowe se muestra mejor director que guionista. En la medida que su trabajo en este terreno, tanto en la simple forma narrativa como en la dirección de actores, resulta mucho más correcto que en la escritura cinematográfica. Aunque su gran habilidad reside en haber sabido rodearse de un eficaz equipo, tanto el excelente director de fotografía Michael Chapman, como un amplio reparto entre cuyos nombres cabe destacar a Annabella Sciorra, Jamey Sheridan, Alan Alda y Deborah Unger.

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