Crítica:

Los autorretratos de Narciso

Titulada Automodel, esta muestra de 35 pequeñas esculturas, además de dibujos y collages relacionados, supone la primera exposición individual en Barcelona de Alfaro desde que presentara su serie El cuerpo humano, en 1985. Con estas obras prosigue su indagación formal sobre la idea de que la escultura es dibujo en el espacio.El artista valenciano elige, en esta ocasión, su propia cabeza como tema, rechazando el género del retrato, o más bien autorretrato, como análisis psicológico o intento de captación de un instante determinado. La clave de sus intenciones está manifiest...

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Titulada Automodel, esta muestra de 35 pequeñas esculturas, además de dibujos y collages relacionados, supone la primera exposición individual en Barcelona de Alfaro desde que presentara su serie El cuerpo humano, en 1985. Con estas obras prosigue su indagación formal sobre la idea de que la escultura es dibujo en el espacio.El artista valenciano elige, en esta ocasión, su propia cabeza como tema, rechazando el género del retrato, o más bien autorretrato, como análisis psicológico o intento de captación de un instante determinado. La clave de sus intenciones está manifiesta en los mismos títulos de las obras, que podemos dividir en tres grupos: en primer lugar, las tituladas Esbozo, Gesto, Rasgo, Trazo, Línea, Perfil, Silueta o Semblantes, que indican claramente cuál es su concepción, lejos ya de las preocupaciones constructivas que marcaron la producción escultórica de Alfaro hasta comienzos de los ochenta; en segundo lugar, Efigie, Máscara, Cara, Cabeza, Careta, Antifaz, Faz o Rostro, que confirman su intención representacional, y por último, un grupo más ambiguo, como Simulación, Analogía o Presencia, que nos indica la manera en que funciona su técnica de síntesis formal, basada en la expresividad de los contornos.

Alfaro

Galería Gaspar. Plaza Letamendi, 1. Barcelona. Hasta finales de junio.

Alfaro es, probablemente, uno de los artistas más importantes de los que protagonizaron, allá por los años sesenta, un intento de renovación del panorama plástico nacional desde el compromiso social y recogiendo el ideario vanguardista europeo. En su caso, su repertorio plástico ajustado se acogía a la tradición abstracta, constructivista y geométrica de artistas como Gabo, Max Bill, Pevsner, Vantongerloo y Vasarely.

En cualquier caso, y después del reconocimiento oficial que supuso su retrospectiva en el Palacio de Velázquez de Madrid en 1979, Alfaro dio un giro a su producción, caracterizado por un interés en la figuración y un interés hacia nuevos materiales, como la piedra y el mármol. En mi opinión, a partir de entonces su obra desemboca, si bien es cierto que desde la corrección formal, en un mero esteticismo.

El Alfaro de esta última década, a pesar de sus referencias intelectuales a Goethe, sus referencias artísticas a ciertas tradiciones -los kuori clásicos, el barroco- y sus supuestas preocupaciones antropológicas-, no sólo se aleja del debate artístico contemporáneo, sino que lo hace desde el divertimento.

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