Tribuna:

El logro socialista

Sea cual sea su resultado concreto,, las próximas elecciones, al privar al PSOE de mayoría absoluta, pondrán fin a la segunda época más importante del desarrollo democrático de España. El largo alcance del significado de esta era no debería perderse entre la retórica electoral que empieza a saturar el aire. Ahora es comúnmente aceptado que fue una suerte para España tener a Adolfo Suárez y a la UCD al timón en las muy inestables circunstancias del periodo inmediatamente posterior a Franco. La brillantez táctica de Suárez y su habilidad para forjar políticas de consenso fueron indispensables pa...

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Sea cual sea su resultado concreto,, las próximas elecciones, al privar al PSOE de mayoría absoluta, pondrán fin a la segunda época más importante del desarrollo democrático de España. El largo alcance del significado de esta era no debería perderse entre la retórica electoral que empieza a saturar el aire. Ahora es comúnmente aceptado que fue una suerte para España tener a Adolfo Suárez y a la UCD al timón en las muy inestables circunstancias del periodo inmediatamente posterior a Franco. La brillantez táctica de Suárez y su habilidad para forjar políticas de consenso fueron indispensables para la estructuración inicial de la democracia española. Pero en 1979, cuando Suárez empezó a perder su toque mágico, no se había hecho más que sentar las bases. Durante los tres años siguientes, el destino de España se tambaleó precariamente cuando las recurrentes crisis políticas se vieron agravadas por una crisis económica que no remitía, y la UCD empezaba a desintegrarse lentamente. En octubre de 1982 la situación era bastante grave, lo cual ayuda a explicar la magnitud sin precedentes de la victoria electoral del PSOE.La victoria en las urnas no fue milagrosamente seguida por remedios instantáneos para todos los problemas de España. Sin embargo, pronto resultó evidente que los socialistas no eran sólo un Gobierno corriente y moliente, sino que inauguraban una nueva época de histórica importancia. ¿Cómo puede uno resumir los cambios que Felipe González y sus ministros han introducido durante su década en el poder? Su logro individual más notable ha sido sin duda la drástica transformación de la posición internacional de España. El prestigio de España en el extranjero es ahora mayor de lo que ha sido nunca en los últimos 350 años. Esto se deriva en parte del éxito de acciones puntuales como el ingreso en la CE en 1986, o la conmemoración del Quinto Centenario en 1992. Pero más importante ha sido la competente y cooperativa presencia de España en todo momento, en todos los ámbitos -político, económico, cultural- y en todos los foros internacionales, ya sea Naciones Unidas, Estados Unidos, la Comunidad Europea, Oriente Próximo o Latinoamérica. Una trayectoria tan amplia y constante no era fácil de emprender ni de mantener en una época de cambios caleidoscópicos en todo el mundo: en las pocas ocasiones en las que efectuó una maniobra equivocada, el Gobierno tuvo el valor de rectificar rápidamente, antes de causar un grave perjuicio. El fortalecimiento de la posición internacional de España tuvo repercusiones fundamentales para el país, como mostraron recientemente los muy favorables acuerdos de "cohesión" negociados con la CE en Edimburgo. También hubo beneficios indirectos. Por ejemplo, el respeto que España se ha ganado en el extranjero ayudó a fomentar el clima de inversiones que inundó el país de capital extranjero a finales de los años ochenta. La internacionalización de España, igualmente significativa, fue un proceso de doble dirección: no sólo el mundo aprendió a valorar a España, sino que los españoles superaron la introversión y xenofobia de muchos siglos y se abrieron con gran entusiasmo al resto del mundo.

La democracia se estableció con Suárez, pero se consolidó con González. El proceso se inició antes de su llegada al poder, en 1979, cuando, de todos aquellos conflictos internos de los partidos, surgió el que tal vez sea, a pesar de todas las disensiones internas, el partido más unificado de la historia de España. Con un instrumento tan relativamente bien coordinado a su disposición, González pudo instaurar un Gobierno de una estabilidad sin precedentes; uno puede hacerse una idea del alcance de este logro recordando que, históricamente, los Gobiernos parlamentarios en España han sido incluso más inestables que en Francia o Italia, con 142 cambios de Gobierno en los 114 años de gobierno no absolutista transcurridos entre 1833 y 1982. Otra conquista fundamental fue la profesionalización del Ejército, y su eliminación efectiva de la arena política. Por primera vez desde su instauración, la democracia española está genuinamente libre del tutelaje de las Fuerzas Armadas. Las principales iniciativas con respecto a las comunidades autónomas fueron tomadas por Suárez y la UCD, pero el PSOE presidió su puesta en práctica, capeando con éxito las dificultades derivadas de lo novedoso del experimento, así como las peligrosas tentaciones que los ejemplos de Rusia y de Europa del Este presentaban a catalanes y vascos. El problema de ETA no se ha resuelto, pero se ha reducido a un nivel controlable y ya no constituye una seria amenaza para la democracia española. También es digno de señalar que, a través del referendum de la OTAN y la renegociación del acuerdo sobre las bases norteamericanas, la acusación de que España estaba manipulada desde el extranjero perdió fundamento: se eliminaba así una fuente de paranoia internacional que amenazaba recurrentemente con trastornar la política interna.

La década socialista emprendió una trayectoria de transformación económica y social rara vez igualada en la historia de España. Aunque la economía atraviesa ahora una severa crisis, sus cimientos estructurales son más fuertes que antes. La reconversión industrial ha sido costosa e incompleta, pero también aquí el Gobierno del PSOE demostró valentía política y garantizó que se realizaba en gran medida una labor necesaria. Se procedió a la reestructuración del sector bancario y se superó el caos que lo caracterizaba a principios de los años ochenta. La enorme afluencia de capital extranjero amplió y modernizó drásticamente la industria española, haciéndola más competitiva a nivel internacional. La expansión y modernización de la infraestructura económica, especialmente la construcción de carreteras, fue igualmente importante: ningún Gobierno democrático español anterior ha llevado a cabo nunca proyectos de obras públicas de semejante envergadura. Pero dado que el capital humano se está convirtiendo rápidamente en el más importante de todos los factores económicos, puede que la reestructuración del sistema educativo resulte ser un logro aún más importante a largo plazo. Nunca antes había dedicado el Estado tantos recursos a la enseñanza. El personal docente de las escuelas públicas de enseñanza primaria y secundaria ha aumentado considerablemente desde 1982; el número de estudiantes universitarios ha crecido en más de tres cuartos. Además, a través de una iniciativa que simultáneamente democratizó el sistema educativo e hizo la formación avanzada más accesible para sus miembros de más talento, el presupuesto para becas se ha incrementado en 10 veces (!) desde 1982.

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La educación se universalizó, y lo mismo ocurrió con la asistencia sanitaria: el número de beneficiarios creció de 32,5 millones a 39 millones durante la década del PSOE. El sistema de pensiones aumentó de forma similar: el número de pensionistas ascendió en un tercio, y cada uno, como media, recibía una tercera parte más en términos reales de lo que obtenía en 1982. La posición de las mujeres ha cambiado radicalmente. Entre 1983 y 1984 eran más las mujeres que los hombres que cursaban estudios universitarios por primera vez, tendencia que todo induce a pensar continuará. La proporción de mujeres en edad óptima para trabajar (entre los 25 y los 55 años) en la fuerza laboral pasó de menos del 30% a casi el 50% durante la década. El aborto se legalizó por fin. La actitud gubernamental hacia otros problemas sociales menos significativos también se modernizó, y ahora está en consonancia con los criterios más humanos que caracterizan al resto del mundo avanzado. Los hijos ilegítimos ya no están marcados por ningún estigma legal, y las medidas de ayuda a las personas con minusvalías se han multiplicado.

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El logro socialista

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Aunque haya sectores de la sociedad que sigan siendo intolerantes, el Estado es más sensible a la difícil situación de grupos marginados como homosexuales y gitanos. La brutalidad de los métodos policiales se ha reducido y los derechos civiles están más protegidos.

Por supuesto, ha habido fallos y errores en la trayectoria socialista. Durante los años de expansión se prestó demasiada poca atención a encontrar alternativas para los puestos de trabajo que se estaban eliminando como consecuencia de la reconversión industrial, de tal manera que el desempleo ha vuelto a dispararse, y las estructuras del mercado de trabajo siguen sin responder a las necesidades de España. El proyecto de reforma administrativa que el PSOE prometió cuando accedió al poder por primera vez nunca se ha llevado a la práctica, ni en el Gobierno central ni en los autonómicos. El PSOE ha mostrado a menudo desdén o intolerancia hacia las críticas que se le han hecho: el joven grupo de amigos, muy unido y capaz, que llegó al poder en 1982 estaba muy seguro de saber lo que España necesitaba, así que tendía a despreciar a cualquier persona o cosa que discrepara con ellos. Esta arrogancia favoreció una disposición mental a despreciar la corrupción como un asunto de importancia secundaria, por lo que no se ha hecho nada para impedir que se extendiera. Sin embargo, tan perjudicial como la corrupción actual fue que esa arrogancia impidiera al PSOE cumplir mientras estaba en el poder la que tal vez sea la más significativa de las funciones tradicionales de los socialistas, la de ser una fuente de inspiración para la juventud y un manantial de ideales para el futuro. Es un error comparar a los socialistas con los moderados del siglo XIX, ya que su preocupación por la libertad personal y política es mayor pero, hasta cierto punto, cayeron en el error de los moderados de equiparar progreso con prosperidad material, con el paradójico resultado de que mientras consolidaban la democracia de hecho, fracasaban a la hora de fomentar los valores que la sostienen en espíritu. Son fallos serios, y no se deben olvidar. Pero tampoco deberíamos olvidar lo verdaderamente excepcional que ha sido el logro de los socialistas. Indudablemente, otros Gobiernos los han igualado en éxitos, pero nada ha beneficiado tanto a España como los Gobiernos mayoritarios encabezados por Felipe González durante la pasada década.

Edward Malefakis es historiador.

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