Parálisis total con Cuba

Si en la política hacia América Latina en general existe desinterés y desconcierto en Washington, en relación con Cuba hay parálisis total.EE UU no tiene oficialmente más línea de actuación con el Gobierno de La Habana que el mantenimiento del bloqueo económico a la isla. "Nos oponemos a los intentos de traer el cambio a través de la fuerza, pero nuestra política, por medio del Acta para la Democracia en Cuba -la ley del bloqueo-, es negarle el apoyo a la dictadura de Castro mientras abrimos la puerta a que una Cuba democrática se reincorpore a la comunidad de naciones interamericanas", dijo e...

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Si en la política hacia América Latina en general existe desinterés y desconcierto en Washington, en relación con Cuba hay parálisis total.EE UU no tiene oficialmente más línea de actuación con el Gobierno de La Habana que el mantenimiento del bloqueo económico a la isla. "Nos oponemos a los intentos de traer el cambio a través de la fuerza, pero nuestra política, por medio del Acta para la Democracia en Cuba -la ley del bloqueo-, es negarle el apoyo a la dictadura de Castro mientras abrimos la puerta a que una Cuba democrática se reincorpore a la comunidad de naciones interamericanas", dijo en un reciente discurso el subsecretario de Estado, Clifton Wharton.

Distintos observadores y expertos coinciden, sin embargo, en que esa apuesta por el continuismo en la política con Cuba no es más que el reflejo de la indecisión y el miedo de esta Administración para elaborar una política eficaz.

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"En el caso de Cuba, Clinton tiene muy poco que ganar y mucho que perder internamente como para tomar una iniciativa que no esté muy meditada y contrastada. Cuba es un campo minado para cualquier presidente norteamericano", afirma Peter Hakin, director de Diálogo Interamericano.

Arturo Valenzuela, director del Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Georgetown, opina que el próximo secretario de Estado adjunto para Asuntos Hemisféricos, Alexander Watson, "tiene una aproximación muy distinta al tema cubano que la anterior Administración".

Todo el mundo coincide en que lo último que va a hacer el presidente Bill Clinton en las circunstancias actuales es abrir por su propia voluntad un foco de preocupación para la política exterior norteamericana en Cuba, pero también existe una opinión generalizada de que, en el caso de que ese conflicto se agrave por sí solo, la reacción de la Administración demócrata sería diferente a la que cabría prever de las anteriores administraciones.

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"Bill Clinton, que no tiene tanta dependencia del exilio cubano como anteriores presidentes, optaría por una solución de aterrizaje blando en Cuba", opina Valenzuela.

Otras fuentes en Washington y en Miami observan también síntomas de una actitud más receptiva por parte del actual Gobierno norteamericano hacia los sectores del exilio cubano que propician soluciones negociadas.

Uno de los problemas para escoger ese camino es que esta Administración, que tiene todavía que demostrar que es capaz de dirigir los asuntos de seguridad y política exterior con la misma firmeza que los republicanos, quiere estar muy segura de cuál sería la actitud de Fidel Castro en el caso de cualquier intento de aproximación a su régimen. Clinton no quiere volver a encontrarse en el papel de Jimmy Carter, a quien Castro le contestó con el envío de tropas a Etiopía una semana después de hacer un gesto de diálogo con La Habana.

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