CINE

Fallida comedia religiosa

Siempre se ha dicho que la comedia es el más dificil de los géneros en la medida que requiere unos actores estupendos, un guión perfecto y un director muy dotado, pero es necesario que además todos tengan un desarrollado sentido del humor para que el conjunto resulte bien. Cuando se ve una película como El favor, el reloj y el gran pescado, donde hay un grupo de buenos actores y una historia que, en principio, parece original pero la falta de habilidad del realizador hace que todo salga mal, se comprende con nitidez que es muy cierto este dicho.Tomando como punto de partida la novela co...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Siempre se ha dicho que la comedia es el más dificil de los géneros en la medida que requiere unos actores estupendos, un guión perfecto y un director muy dotado, pero es necesario que además todos tengan un desarrollado sentido del humor para que el conjunto resulte bien. Cuando se ve una película como El favor, el reloj y el gran pescado, donde hay un grupo de buenos actores y una historia que, en principio, parece original pero la falta de habilidad del realizador hace que todo salga mal, se comprende con nitidez que es muy cierto este dicho.Tomando como punto de partida la novela corta Rue Saint Soulpice, del francés Marcel Ayme, el polaco, educado en Australia, pero que descubre el arte cinematográfico en el Reino Unido, Ben Lewin ha escrito y dirigido una adaptación que demuestra que tiene tan poco oficio como habilidad para la comedia.

El favor, el reloj y el gran pescado

Director y guionista: Ben Lewin.Fotografía: Bernard Zitzermann. Música: VIadirnir Cosma. Reino Unido, Francia, 1991. Intérpretes: Bob Hoskins, Jeff Goldblum, Natasha Richardson, Michel Blanc, Jean-Pierre Cassel. Estreno en Madrid: Madrid, Rosales (versión original subtitulada).

Intenta que el conjunto tenga una unidad, dentro de un tono religioso que quizá pretende alcanzar un toque surrealista, pero consigue algo deslabazado con tan poco sentido como el título que ha dado a su película.

Una dobladora de porno

Las relaciones entre un fotógrafo especializado en tableaux vivants, una dobladora de películas pornográficas y un pianista que llega a creerse la reencarnación de Jesucristo, en torno a una tienda de artículos religiosos, dan lugar a una sucesión de escenas fallidas.En primer lugar, por la falta de rigor de Ben Lewin que, por ejemplo, desarrolla la acción en un París lleno de actores británicos, norteamericanos e incluso franceses, pero donde todo el mundo habla un inglés más o menos correcto; luego porque da la impresión de que ni siquiera él se cree lo que está contando; y, por último, y como lógica consecuencia de lo anterior, por narrar la historia sin el menor sentido del humor.

Resulta bastante incomprensible, sobre todo teniendo en cuenta que El favor, el reloj y el gran pescado sólo es su segunda película y que la anterior es la olvidada Georgia (1988), que Ben Lewin haya conseguido un reparto tan bueno y lo haya empleado tan mal.

Viendo en El favor, el reloj y el gran pescado a Bob Hoskins, resulta imposible pensar que haya podido interpretar bien algún papel, mientras el actor norteamericano Jeff Goldbum no consigue ni dar credibilidad a su personaje.

Algo mejor resulta Natasha Richardson, posiblemente porque su papel es bastante menos chirriante, sobre todo frente a Michel Blanc y Jean-Pierre Cassel que parecen perder toda su fuerza hablando inglés.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Archivado En