GUERRA EN LOS BALCANES

El cementerio salta la tapia y ocupa un campo de fútbol

Al pie de la morgue y del mayor hospital de guerra del mundo, el de Kosevo, en Sarajevo, el cementerio del León se ha quedado pequeño. Su león herido parece capaz de alzarse sobre sus patas de cemento para vencer a la muerte y al dolor. Pero es un espejismo. Las granadas le han arrancado los huesos de la cabeza. Y el cementerio ha saltado sus propias tapias y ha ocupado el antiguo campo de fútbol, donde en las tardes de domingo se enfrentaban equipos modestos. Ahora, entre portería y portería, las tumbas se alzan como un silencioso ejército de futbolistas.Lo que sigue es sólo un sueño labrado ...

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Al pie de la morgue y del mayor hospital de guerra del mundo, el de Kosevo, en Sarajevo, el cementerio del León se ha quedado pequeño. Su león herido parece capaz de alzarse sobre sus patas de cemento para vencer a la muerte y al dolor. Pero es un espejismo. Las granadas le han arrancado los huesos de la cabeza. Y el cementerio ha saltado sus propias tapias y ha ocupado el antiguo campo de fútbol, donde en las tardes de domingo se enfrentaban equipos modestos. Ahora, entre portería y portería, las tumbas se alzan como un silencioso ejército de futbolistas.Lo que sigue es sólo un sueño labrado a la orilla de las tumbas, en el silencio de diciembre, cuando las urracas cantan misteriosas entre ametralladoras y morteros: "Entre los muertos hay ni¡íos que intentan mover una pelota de trapo y tierra, empapada de agua. Cada chut es un alarido de dolor. En la siguiente escena, los árboles han crecido frondosos entre las tumbas: los niños fuman y tontean con chicas preciosas. Hasta que súbitamente cae una niebla sucia y maloliente. Entonces empuñan grandes hachas afiladas y empiezan a talar los árboles. Una mujer sale de una tumba y relata a los enterradores la historia de su terrible violación. Los enterradores le hacen preguntas obscenas, se ríen de ella y la golpean con sus palas antes de enterrarla viva". Es un sueño del cementerio de Kosevo, en Sarajevo. La realidad, puedo jurarlo, es mucho peor.

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