Tribuna:

Adiós, señor

Hijo de rey, padre de rey, pero sólo rey de jure, triste y desconocida ha sido la vida de don Juan de España, paradigma de rey y caballero, eterno e incomprendido navegante solitario en su búsqueda y lucha por la paz y la con cordia para los españoles. Su majestad don Juan ha tenido la satisfacción del deber cumplido: la democracia restaurada en España, hace ya 14 años, gracias, en gran medida, a su hijo y heredero, Juan Carlos I, quien además supo salvarla en los momentos dificíles.Hace más de 50 años, toda una vida, que don Juan lleva luchando por el régimen de libertades democráticas...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Hijo de rey, padre de rey, pero sólo rey de jure, triste y desconocida ha sido la vida de don Juan de España, paradigma de rey y caballero, eterno e incomprendido navegante solitario en su búsqueda y lucha por la paz y la con cordia para los españoles. Su majestad don Juan ha tenido la satisfacción del deber cumplido: la democracia restaurada en España, hace ya 14 años, gracias, en gran medida, a su hijo y heredero, Juan Carlos I, quien además supo salvarla en los momentos dificíles.Hace más de 50 años, toda una vida, que don Juan lleva luchando por el régimen de libertades democráticas que hoy disfrutan todos los pueblos de España. Consecuentemente, adoptó una firme oposición a la dictadura del general Franco, por lo que su nombre fue descalificado en el país, cuando no mancillado e injuriado, y sus palabras, desvirtuadas y silenciadas, siendo sus leales encarcelados o desterrados. La censura del régimen anterior, tergiversando las pocas declaraciones suyas que dejaba filtrar a los medios de comunicación, consiguió hacer de su atractiva y recia personalidad un ser anodino, manipulado por los intereses extranjeros y prácticamente desconocido para la mayoría del país. Desde su exilio, primero en Lausanne y luego en Lisboa, concedió entrevistas, redactó manifiestos, siempre con el mismo objetivo: superar el trauma de la guerra civil en un régimen de libertades sin vencedores ni vencidos.

Corría el ya lejano 1941 cuando don Alfonso XIII, poco antes de su fallecimiento en Roma, abdicaba la Corona de España en su hijo y heredero don Juan. El nuevo rey decidió usar oficialmente, entre otros títulos de soberanía a los que tenía derecho como rey de España, el de conde de Barcelona. Con esta decisión, hacía público reconocimiento de su concepto plural de España y se identificaba con Cataluña y los catalanes en momentos en que este pueblo sufría la derrota y el oprobio de manos de la dictadura del general Franco.

El conde de Barcelona fue desde su entronización un demócrata convencido. Enemigo de los regímenes totalitarios, al comprobar su tiranía y desmanes, dio desde el comienzo de la Segunda Guerra Mundial su apoyo incondicional a la causa de los aliados en su lucha contra el fascismo, y hasta participó en una operación de abastecimiento a los partisanos italianos que luchaban contra Mussolini.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

En los amenes de Ia Segunda Guerra Mundial, cuando la historia le había dado la razón y el triunfo de los aliados era inminente, intentó capitalizar su privilegiada situación como liberal reconocido en provecho de España, intergrándola en la Europa democrática: esa Europa que poco después se acogería al Plan Marshall. iniciando una era de prosperidad, pocas veces alcanzada en la historia, en vez del aislamiento, el hambre, las cárceles y el dolor de la posguerra que padeció España a causa del cerril empecinamiento y la ambición personal de Franco.

Por todo ello, el 19 de marzo de 1945, el conde de Barcelona dirigió al país su Manifiesto a los Españoles, compendio de su ideario político, desgraciadamente poco conocido aun hoy. En este manifiesto se ofrecía a la nación como rey constitucional, garantizando al país plenas libertades en un Estado de derecho: la monarquía de todos.

. Al tiempo, se inician conversaciones entre José M. Gil Robles, entonces representante de don Juan, con Indalecio Prieto, portavoz del PSOE, que culminaron con los Pactos de San Sebastián en 1948, suscritos entre un grupo heterogéneo de liberales, nacionalistas catalanes y vascos, algunos conocidos intelectuales encabezados por Salvador de Madariaga, republicanos moderados, sindicalistas y socialistas, a fin de restaurar la monarquía democrática en España. Este proyecto fracasó por la tibia posición de Francia y la oposición a última hora de EE UU y la Iglesia, pese a contar con el apoyo incondicional del Reino Unido. Eran los británicos los que mejor conocían la trayectoria liberal de don Juan, por ser éste antiguo oficial de la Marina británica, primo segundo del entonces rey de Inglaterra, Jorge VI, y muy apreciado por Winston Churchill.

. La República Francesa no estaba demasiado interesada en la restauración de una monarquía democrática en España, entre otras razones porque ello conllevaría la incorporación de nuestro país al Plan Marshall, mermando, consecuentemente, la aportación económica estadounidense a Francia.

Estados Unidos había ya olvidado el new deal. La era Truman, el apogeo de la guerra fría, preñada de un anticomunismo visceral, presagiaban el macartismo y la caza de brujas. Una futura alianza, como así fue, con el vencedor del comunismo en el extremo occidental de Europa era muy, bien vista por los halcones del Pentágono.

En cuanto al Vaticano, presionado por la Iglesia española, triunfante en la cruzada y ultramontana ante las muy ventajosas condiciones que le ofrecía el dictador Franco en el nuevo concordato, se aprestó a firmarlo. Además, Pío XII, uno de los pontífices más reaccionarios de la historia, no veía con buenos ojos la separación de la Iglesia y el Estado que establecía la futura monarquía liberal.

El ingreso de España en las Naciones Unidas en noviembre de 1950 gracias al apoyo estadounidense, seguido de la firma del concordato con la Santa Sede en agosto de 1953 y el tratado con EE UU en septiembre del mismo año, dan el espaldarazo internacional al régimen franquista, consolidándolo 20 años más.

Durante este largo periodo de tiempo, perdida toda esperanza de una pronta restauración monárquica y democrática en España, don Juan se encuentra aislado. Ortega y Marañón, las dos grandes figuras que en 1931 encabezaron el movimiento de intelectuales al servicio de la República, se encuentran entre los pocos juanistas convencidos que acompañan al conde de Barcelona, reconfortándole en su soledad. Son muchas las presiones que recibe don Juan por parte de cierta oligarquía española a fin de llegar a una solución de compromiso con el dictador, a lo que siempre se negó. únicamente transigió con la educación en España del entonces príncipe de Asturias, don Juan Carlos, ya que la formación del heredero en el exilio supondría el total desarraigo de la Corona en el país.

Para tratar de este tema, don Juan y el general Franco se entrevistaron en varias ocasiones- ' quedando patente su total desacuerdo político, a tal extremo que faltó muy poco para que don Juan Carlos interrumpiese sus estudios en España.

Hay que esperar a 1962, cuando, invitados por el Movimiento Europeo, acuden a Múnich conjuntamente gran parte de los monárquicos más allegados a don Juan y las figuras más representativas de la oposición a la dictadura, suscribiendo todos un documento en el que piden la liberalización del régimen; hecho que en la burda fraseología del momento se conoció como el contubernio.

En el periodo de la transición, representantes oficiosos del conde de Barcelona participan en la célebre Platajunta de 1974, en donde triunfa el espíritu de conciliación frente a la ruptura, preconizado por don Juan 30 años atrás.

El 14 de mayo de 1977, des mantelado el régimen dictatorial del general Franco, su majestad el conde de Barcelona renuncia a sus derechos seculares a la Corona de España en favor de quien tanto la honra, su hijo y heredero, su majestad Juan Carlos I, a quien se califica en el país como el motor del cambio. Y en un acto sencillo, quizás demasiado íntimo, se pone fin a un reinado en la sombra, plagado de sacrificios, infidelidades y amarguras. Don Juan sólo le pide a su hijo el Rey poder conservar el título de conde de Barcelona, por ser indisociable a su persona y simbolizar toda una vida dedicada a la causa de la libertad.

Sus últimas declaraciones, ya a un paso de la muerte, reflejaban la gran inquietud de don Juan ante el futuro de España. Y es que al conde de Barcelona, al igual que a tantos republicanos exiliados, le dolía España, esa unidad en la pluraridad, ya tan antigua que hoy muchos intentan con visión chata vaciar de contenido, y que sólo la Corona puede y debe conservar.

Hijo de rey, padre de rey, pero sólo rey de jure, su majestad don Juan de España, conde de Barcelona, descanse en paz. Adiós, señor.

Francisco de Sert es conde de Sert.

Archivado En