Protagonismo francés y apoyo español

En el último tramo del proceso constitucional, Francia ha jugado un papel decisivo. Gilles Menage y Jean-Yves Gaullet, sucesivos jefes de gabinete del presidente François Mitterrand, han inclinado a los responsables de la Mitra a la aceptación de una Constitución laica. Asimismo, a lo largo de los últimos tres meses, la redacción del texto constituyente, elaborada de forma tripartita entre andorranos, franceses y representantes del obispo de La Seu, avanzó de forma acelerada en paralelo a las cumbres interministeriales hispano-francesas que abordaron el tema de Andorra. El jefe del Gobierno, Ó...

En el último tramo del proceso constitucional, Francia ha jugado un papel decisivo. Gilles Menage y Jean-Yves Gaullet, sucesivos jefes de gabinete del presidente François Mitterrand, han inclinado a los responsables de la Mitra a la aceptación de una Constitución laica. Asimismo, a lo largo de los últimos tres meses, la redacción del texto constituyente, elaborada de forma tripartita entre andorranos, franceses y representantes del obispo de La Seu, avanzó de forma acelerada en paralelo a las cumbres interministeriales hispano-francesas que abordaron el tema de Andorra. El jefe del Gobierno, Óscar Ribas, no esconde la mediación indirecta del propio vicepresidente del Ejecutivo español, Narcís Serra, "cuyo apoyo al proceso resulta crucial y clarifica la posición de Madrid con el Principado hasta el momento en que se pueda abrir una embajada".Por su parte, el obispo Joan Martí Alanis, después de plantear el último conflicto con el Consejo General en diciembre de 1992, ha ido suavizando sus exigencias para acabar defendiendo posiciones de corte democrático en la línea aconsejada por los obispos Tarancón y Díaz Merchán en los círculos de influencia de la Conferencia Episcopal. La ambivalencia del obispo de La Seu se ha expresado a lo largo del proceso en una defensa de los derechos humanos en consonancia con la doctrina social de la Iglesia de León XIII y desarrollada por Juan Pablo II capaz de compaginarse con las prerrogativas vaticanas feudales, que nada tienen en común con los modernos concordatos occidentales entre el Estado y la Iglesia.