Crítica:

Sanguinaria leyenda urbana

Candyman

Director y guionista: Bernard Rose. Fotografía: Anthony B. Richmond. Música: Philip Glass. Estados Unidos, 1992. Intérpretes: Virginia Madsen, Tony Todd, Xander Berkeley, Kesi Laminons. Estreno en Madrid: Madrid, Fuencarral, Vaguada, Albufera.

Por razones complejas que sería interesante analizar con calma, con el paso de los años el cine fantástico ha degenerado en una sucesión de ramplonas historias de terror donde abunda mucho más la sangre Max Factor que la imaginación. Al tiempo que ha ido aumentando el número de producciones anuales dedicadas al género, la ca...

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Candyman

Director y guionista: Bernard Rose. Fotografía: Anthony B. Richmond. Música: Philip Glass. Estados Unidos, 1992. Intérpretes: Virginia Madsen, Tony Todd, Xander Berkeley, Kesi Laminons. Estreno en Madrid: Madrid, Fuencarral, Vaguada, Albufera.

Por razones complejas que sería interesante analizar con calma, con el paso de los años el cine fantástico ha degenerado en una sucesión de ramplonas historias de terror donde abunda mucho más la sangre Max Factor que la imaginación. Al tiempo que ha ido aumentando el número de producciones anuales dedicadas al género, la cantidad de sus seguidores y las revistas especializadas en él.

Candyman no escapa a esta marcada tendencia actual, pero tiene algunas características que le hacen destacar dentro del conjunto, sin que esto quiera decir que sea una producción con algún tipo de interés específico.

Su máximo atractivo radica en la presencia al frente del reparto de Virginia Madsen, una actriz convincente, no demasiado conocida, pero con personalidad, que sabe dar la necesaria vida a Helen Lyle, la esforzada universitaria que trabaja en una tesis sobre leyendas urbanas. Y también en la cantidad de cosas, algunas bastante atractivas, que se mezclan, no siempre muy bien, en su desigual desarrollo.

Por un lado, la leyenda de Candyman, el pintor negro a quien encargan el retrato de una muchacha blanca, pero cuando se enamoran y la deja embarazada, el padre de ella manda que le corten la mano derecha a él y luego muere por las picaduras de un enjambre de abejas, revivido como un ser sanguinario y cruel un siglo después en uno de los más sórdidos barrios de Chicago. Y, por otro, la tradicional historia de la bella y la bestia, actualmente tan de moda, en cuanto se establece una compleja relación entre la universitaria Helen Lyle y el sanguinario Candyman. Sin olvidar el caso del falso culpable, en cuanto ella aparece como la responsable, de los crímenes realizados por él, y algunos restos de Drácula, porque la protagonista acaba convirtiéndose en otra violenta asesina que puede ser invocada repitiendo su nombre frente a un espejo.Sin ritmo eficaz

El problema de Candyman es que esta gran cantidad de materiales, provenientes de una novela del escritor y cineasia Clive Barker, están bastante mal organizados en el guión de Bernard Rose, y además, a la hora de rodarlo, no ha sabido dotarle de un ritmo eficaz. Esto hace que, a pesar de las muchas cosas que ocurren, y la enorme violencia que generan sus imágenes, o más bien quizá por ello, su relato resulte en exceso discontinuo y falto de unidad. Así como que acumule una sucesión de falsos finales, lo que termina de confirmar que Rose sigue teniendo, como director y guionista, un largo camino que recorrer hasta hacer una posible producción de auténtico interés.

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