Crítica:

Gorila y bonito

El guardaespaldas

Dirección: Mick Jackson. Guión:

Lawrence Kasdan. Estados Unidos, 1992. Intérpretes: Kevin Costner, Whitney

Houston, Gary Kemp. Estreno: Lope de Vega, Cid Campeador, Amaya,

Coslada, Olimpo, Parquesur,

Fuenlabrada, Variedades, Las Rozas,

Valderas La Dehesa, Burgocentro, Santa Mónica, Novedades, Aluche y (en v. o.) California.

En El guardaespaldas -salvo el hecho de que guardar las de Whitney Houston es un trabajo que le gustaría ejercer a medio mundo- nada hay que sobrepase el rasero de una hollymeméz lujosa ...

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El guardaespaldas

Dirección: Mick Jackson. Guión:

Lawrence Kasdan. Estados Unidos, 1992. Intérpretes: Kevin Costner, Whitney

Houston, Gary Kemp. Estreno: Lope de Vega, Cid Campeador, Amaya,

Coslada, Olimpo, Parquesur,

Fuenlabrada, Variedades, Las Rozas,

Valderas La Dehesa, Burgocentro, Santa Mónica, Novedades, Aluche y (en v. o.) California.

En El guardaespaldas -salvo el hecho de que guardar las de Whitney Houston es un trabajo que le gustaría ejercer a medio mundo- nada hay que sobrepase el rasero de una hollymeméz lujosa y de encargo. Sobre el papel, podría haberse esbozado con su asunto argumental una película con garra y f9erza erótica, pues el mito del Angel de la Guarda, vuelto de revés y sustituido su lado angelical por un sesgo duro y rudo, puede dar lugar a situaciones de doble y triple fondo, inquietantes como poco, del estilo de los de la Bella y la Bestia, ahora tan de moda. Pero nada de eso. En El guardaespaldas, la Bella lo es; pero la Bestia es sólo un bonito gorila.Lo inexplicable es que el guión lo firma ni más ni menos que Lawrence Kasdam, al que con legitimidad alguien le puede dicutir -este cronista no- sus méritos como director, pero que en cuanto escritor de películas es indistiblemente un superdotado. Por la pinta, debe tratarse el libro de El guardaespaldas de una chapuza hecha en dos semanas y para ganar dinero facil, o más probablemente de un viejo montón de cuartillas de su época de aprendizaje, que Kasdan sacó del cajón de los papeles inútiles, se lo dió a leer a Kevin Costner y éste, al que la brújula del olfato artístico -como le ocurre al Harrison Ford de A propósito de Henry y Juegos de patriota- le da últimamente unos vuelcos mareantes, le compró, la burra y la vistió de yegua pura raza para forrar de verde la cartera.

Peores cosas se han visto en los ejercicios de ceguera a que nos tienen acostumbrados los divos con cólico de éxito y que carecen de sentido del empacho en sus ejercicios de divismo. No es de extrañar que el viejo zorro Robert Altinan negara a Costner -por acomodaticio y reaccionario y con gran enfado de éste un lugar en su diatriba de The Player contra los prebostes de Hollywood. Y es que Costner -amo de la película: su director es un don nadie llamado Mick Jáckson, -amanuense de vídeo-clips, a tenor de sus rutilantes imágenes carentes de piel, de tacto y sin otra carnalidad que la de Whitney Huston- que en El guardaespaldas fabrica una película a la medida de lo que estos prebostes tienen en el cerebro: pura nada vestida -entre hortalizas de una tienda pija- con el celofán de la falsa dureza y el erotismo de guardarropía.

Simulación de película dura, en la que se degrada una idea que hubiera dado buen hierro si se le hubiese cogido por donde hay que cogerla, pero a la que Costner y sus compañeros de negocio agarran con papel de fumar. El buen actor de Los intocables se está convirtiendo en ablandador profesional, pues alimenta sus condiciones interpretativas con el forraje de Stallone y Schwarzenceger: sueldos de astronomía para un cine alimenticio, bonito y predigerido.

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