Crítica:CLÁSICA

Delicias nórdicas

Las modas en música clásica son impredecibles pero existen. Por ejemplo, este otoño son los compositores de los países nórdicos los que centran el foco de atención. En el Barbican de Londres, por ejemplo, celebran estos días su décimo aniversario con integrales sinfónicas de Sibelius (con Colin Davis) y Nielsen (con Simon Rattle).Es de agradecer que en esta onda europea, la orquesta de la Radio Nacional Danesa, dirigida por el finlandés L. Segerstam nos haya ofrecido obras de estos autores. En ellos alcanzaron los momentos más intensos de la noche.

La Quinta sinfonía de Nielsen (...

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Las modas en música clásica son impredecibles pero existen. Por ejemplo, este otoño son los compositores de los países nórdicos los que centran el foco de atención. En el Barbican de Londres, por ejemplo, celebran estos días su décimo aniversario con integrales sinfónicas de Sibelius (con Colin Davis) y Nielsen (con Simon Rattle).Es de agradecer que en esta onda europea, la orquesta de la Radio Nacional Danesa, dirigida por el finlandés L. Segerstam nos haya ofrecido obras de estos autores. En ellos alcanzaron los momentos más intensos de la noche.

La Quinta sinfonía de Nielsen (1922) es una obra magnífica, probablemente la mejor de su autor, y figura entre las más sorprendentes de las compuestas en la primera mitad del siglo XX. Los músicos daneses ofrecieron una versión compacta e identificada con el lenguaje y el estilo, diferenciada en los planos, unitaria en el concepto, con ponderadas intervenciones del clarinete o la caja en el primer movimiento, muy equilibrada. En el Vals triste opus 44 de Sibelius, ofrecido como propina, sacaron a flote una melancolía cálida, armoniosa y enigmática, con sentido cantable de la cuerda.

Orquesta de la Radio Danesa

Director: Leif Segerstam. Obras deRuders (Thus saw St. John), Prokofiev (Concierto violín número 2) y Nielsen (Sinfonía número 5). Solista: Cho Liang Lin. Auditorio Nacional, 26 de noviembre.

Fría corrección

No estuvieron, sin embargo, especialmente conjuntados y balanceados la orquesta y el solista en el Segundo concierto de violín de Prokofiev (1935). Cho Liang Lin fraseó con dulzura y cierta exquisitez, mientras la orquesta acompañaba con corrección no exenta de frialdad, en una obra que, por otra parte, no es de lo mejor de su autor, aunque tenga el detalle anecdótico de haber sido estrenada en Madrid. El resultado final rozó el aburrimiento.En cuanto a la obra Thus saw St. John, de Ruders (1984), indudablemente goza de buena factura y alcanza momentos de brillantez. Es de agradecer su inclusión en el programa por lo que supone de extensión del repertorio.

Fue, en conjunto, una tarde muy interesante, dentro de un ciclo organizado por Ibermúsica menos atractivo, al menos sobre el papel, que los ofrecidos en años precedentes, y en el que algunos grandes conciertos coinciden con una tónica media simplemente discreta, aunque, eso sí, todos ellos a precios no precisamente en línea de la austera política económica que defiende el ministro Solchaga.

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