Crítica:OTOÑO EN CONDE DUQUE

El comepianos

El estupendo plano Steinway que había sobre el escenario todavía debe de estar dando las gracias por haberse librado de ser devorado, hasta las raspas, por el músico insaciable de teclado, de swing y de buen jazz que se le plantó delante. Rara vez se tiene ocasión de observar tanto entusiasmo, imaginación, técnica y otras virtudes quizá menos llamativas, pero igualmente importantes, como las que Benny Green, de 30 años, derrochó en su concierto madrileño.Green trae otra forma de entender el plano. Sus influencias no son las típicas; ignora las de Hancock, Tyner o Jarrett, y prefiere rem...

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El estupendo plano Steinway que había sobre el escenario todavía debe de estar dando las gracias por haberse librado de ser devorado, hasta las raspas, por el músico insaciable de teclado, de swing y de buen jazz que se le plantó delante. Rara vez se tiene ocasión de observar tanto entusiasmo, imaginación, técnica y otras virtudes quizá menos llamativas, pero igualmente importantes, como las que Benny Green, de 30 años, derrochó en su concierto madrileño.Green trae otra forma de entender el plano. Sus influencias no son las típicas; ignora las de Hancock, Tyner o Jarrett, y prefiere remontarse a los estilos de los pianistas completos que escondían toda la grandeza de una orquesta en su instrumento. Es más, Green aspira a que cada integrante de su trío suene con la riqueza de una big band. Y así sucedió en Conde Duque.

Benny Green Trio

Benny Green (piano), Ben Wolfe (contrabajo) y Jeff Hamilton (batería). Carpa de Conde Duque. Madrid, 15 de noviembre.

Sobre el soberbio ritmo creado por Jeff Hamilton y Ben Wolfe, Green se aferró al suelo como un demonio y flotó como un ángel. Los dedos de su mano derecha cayeron sobre el teclado como una lluvia admirablemente orquestada, mientras que los de la izquierda cerraron filas para realzarla con truenos imponentes. También podía ser al revés. En infinidad de combinaciones entre el juego de ambas manos interpretó piezas de sus dos últimos discos. Exploró un blues atípico como Bish bash y otro típico como Greens, trajo aires de gospel con Captain Hook y maravilló recreando los arreglos originales de Neal Heftired Garland sobre Cute Danny boy. Con todo, quizá los mejor llegase en las piezas que interpretó en solitario, un precioso Something I dreamed last night y un estimulante ejercicio de boogie woogie y stride. Un concierto perdurable, primorosamente rematado con dos propinas y el reconocimiento incondicional del público.

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