Crítica:

Briosa facundia

Miembro de la segunda Escuela de Vallecas y seleccionado en el salón de la Academia Breve de Crítica de Arte, Álvaro Delgado (Madrid, 1922) no sólo ocupa un lugar preminente en la historia del arte español contemporáneo, sino que hoy, cuando está próximo a cumplirse el medio siglo dede que realizara su primera exposición en la galería Clan, continúa con pleno entusiasmo en la brecha.A las pruebas me remito: acaba de presentar una exposición en la que se reúne una selección de los cuadros que ha pintado durante los últimos cinco años y, de entrada, uno se queda pasmado ante la cantidad, versati...

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Miembro de la segunda Escuela de Vallecas y seleccionado en el salón de la Academia Breve de Crítica de Arte, Álvaro Delgado (Madrid, 1922) no sólo ocupa un lugar preminente en la historia del arte español contemporáneo, sino que hoy, cuando está próximo a cumplirse el medio siglo dede que realizara su primera exposición en la galería Clan, continúa con pleno entusiasmo en la brecha.A las pruebas me remito: acaba de presentar una exposición en la que se reúne una selección de los cuadros que ha pintado durante los últimos cinco años y, de entrada, uno se queda pasmado ante la cantidad, versatilidad y frescura de toda la obra que se exhibe ante nosotros.

Por de pronto, la cantidad, a determinada altura de la vida de un pintor, es ciertamente un signo de brío e Ilusión, pero que, además, genera particulares expectativas, ya que, cuando se ha doblado la esquina de la existencia y se ha logrado todo tipo de reconocimiento, se suele producir una mayor libertad creadora, ya que el artista hace lo que hace sobre todo para sí mismo. En este sentido, si asombra lo mucho que ha pintado últimamente Álvaro Delgado, todavía más la facundia, casi libertina, con la que ahora se expresa, naturalmente bien arropada por la mucha experiencia que tiene en el oficio.

Álvaro Delgado

Galería Espalter. Marqués de Cubas, 23, Madrid. Hasta el 30 de noviembre de 1992.

Colores encendidos

No se trata, evidentemente, de que ahora Alvaro Delgado nos vaya a sorprender haciendo cosas de fondo diferentes a las que han sedimentado su personalidad artística, pues sigue con sus encendidos colores y su vibrante gestualidad expresionista, así como con su hábil versatilidad para moverse a gusto entre los más diversos géneros, el paisaje, el bodegón, el retrato, el desnudo. Pero todo ello cobra actualmente esos acentos más atrevidos, a veces casi insolentes, que actualizan al movimiento fauve de antaño aproximándolo a las vanguardias expresionistas posteriores, como la violenta del grupo Cobra, lo que, por otra parte, entra bien en consonancia con su antigua admiración por Rembrandt.Junto a licencias de factura que le permiten utilizar fotografías pegadas y otras formas de collage pictórico, todo esto proporciona una brillantez al conjunto, que se torna emocionante en determinados paisajes y fuertemente sensual en ciertos episodios carnales.

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