XXXVII FESTIVAL DE VALLADOLID

El británico Ken Loach encarna el resurgimiento del cine subversivo

La SEMINICI recuperó ayer Kes, una película que el británico Ken Loach realizó en 1969, y con la que dio uno de los primeros grandes pasos de su trayectoria de cineasta de lucha política y social. Su obra está caracterizada por la radicalidad sin concesiones. La presencia de Loach resulta significativa en una competición de películas como es esta, donde vuelve a aparecer -es una constante en todos los festivales de los dos últimos años-, el creciente resurgimiento en todo el mundo, aunque más marcada y airadamente en Estados Unidos, del cine de la izquierda.

Casi toda la obra documental...

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La SEMINICI recuperó ayer Kes, una película que el británico Ken Loach realizó en 1969, y con la que dio uno de los primeros grandes pasos de su trayectoria de cineasta de lucha política y social. Su obra está caracterizada por la radicalidad sin concesiones. La presencia de Loach resulta significativa en una competición de películas como es esta, donde vuelve a aparecer -es una constante en todos los festivales de los dos últimos años-, el creciente resurgimiento en todo el mundo, aunque más marcada y airadamente en Estados Unidos, del cine de la izquierda.

Casi toda la obra documental y de ficción, incluida la televisiva de Ken Loach, se proyecta estos días en las pantallas de Valladolid. Láa desembocadura de este largo recorrido profesional en dos películas de audiencia mundial como Agenda prohibida y Riff Raff, da idea de su interés no sólo en cuanto precedente de estas célebres obras, sino también como cine desconocido no a causa de su insignificancia, sino por todo lo contrario: por su poderosa identidad subversiva, que le cerró, en un mundo crecientemente conservador, todos los caminos hasta que pudo abrirse paso el sol.Los tiempos turbulentos vuelven -en realidad, nunca se fueron- y el cine los refleja e indaga. De esta manera, por debajo del cine espectáculo y de los opulentos entretenimientos de gran audiencia, asoma de nuevo la pequeña carcoma del cine de agitación y de ideas. Sin alcanzar la radicalidad de las respuestas de Loach al orden o al desorden establecido, aquí está la pura perplejidad ante el desmoronamiento interior del modelo social estadounidense que representa la notable película Glengarry y Glen Close, en la que Jacques Lemmon vuelve a alcanzar la genialidad; y está también la negrura de El pozo, un despiadado filme finlandés; de la película sueca Freud; y, finalmente, el corrosivo lirismo de la polaca Agnieszka Holand en Olivier Olivier.

Visión crítica

Estas películas, como las que antecedieron y las que les seguirán en la sección oficial de este festival, son parte de un movimiento cada día menos subterráneo del cine mundial, que se escora cada vez más hacia una visión crítica y muy combatiba del signo de los tiempos que corren, a veces sin escatimar ni una sola tinta negra y adoptando la construcción de la película un punto de vista de rechazo frontal del actual grupo conservador de la historia. El cine de izquierda, en sentido clásico, vuelve a encontrar, o al menos a buscar, su carta de naturaleza perdida. Y Ken Loach es la primera línea de este rescate.La SEMINCI ha editado un libro sobre este cineasta: Ken Loach, la mirada radical, del que es autor su compatriota Julian Petley. Es una excelente contribución a la bibliografía sobre la situación de fondo del cine europeo actual. En la que el simple nombre de Ken Loach se ha convertido desde hace unos años en sinónimo de cine como arma de lucha política y social.

Dijo ayer aquí Ken Loach cosas tan diáfanas y duras como esta: "Las cosas irán por fuerza cada vez peor mientras tengamos un mercado libre absoluto. En tanto no intervengamos en el mercado, no veo muchas esperanzas para el cine británico", y, por extensión natural, el cine europeo.

Ken Loach, del que se sabía que no tiene pelos en la mirada, parece que tampoco los tiene en la lengua. Se trata ni más ni menos que de esto: si la política cinematográfica thacheriana de puertas abiertas a Hollywood no acaba en portazo, el cine británico desaparecerá, morirá, y toda Europa debe mirarse en el espejo de su cadáver.

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