Arroz amargo y marea baja

Ballet Lírico Nacional

Jardi Tancat: Duato / Bonet; Return to the Strange Land: Kylian / Janácek; Mediterrania: Duato / Maesso, Tabrizzi y otros. Teatro de La Zarzuela, Madrid. 26 de julio.

Hay una relación moral entre Jardi Tancat y Mediterrania, pero a ambos ballets los separa un mar contaminado. Duato intenta afanosamente terminar con la umbilicalidad que le ata a la escuela de La Haya, y para ello acude a una versión engolada del vodevil, una especie de ballet-costume al estilo de aquellos que hiciera Bournonville, donde podían conviv...

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Ballet Lírico Nacional

Jardi Tancat: Duato / Bonet; Return to the Strange Land: Kylian / Janácek; Mediterrania: Duato / Maesso, Tabrizzi y otros. Teatro de La Zarzuela, Madrid. 26 de julio.

Hay una relación moral entre Jardi Tancat y Mediterrania, pero a ambos ballets los separa un mar contaminado. Duato intenta afanosamente terminar con la umbilicalidad que le ata a la escuela de La Haya, y para ello acude a una versión engolada del vodevil, una especie de ballet-costume al estilo de aquellos que hiciera Bournonville, donde podían convivir esquimales con gitanos, todo el mundo se cambia de traje varias veces y unas escenas aisladas acaban siendo hilvanadas por el azar y la fiesta.Cuando la marea baja, en la orilla quedan desde cristales pulidos hasta bichos muertos. La nueva creación de Nacho Duato es una recogida indiscriminada de esos restos playeros. Hay un traje sacado de La Tienda de los Horrores, pantalones porno-pop, batitas neohippie en el más puro estilo pegamoide y hasta un conjunto de piel a lo leather-disco en un número final que merece un tupido velo, pues es sencillamente vulgar.

El vestuario de los punteros modistas Devota y Lomba es de las cosas más horrendas que se recuerdan en el teatro de calle Jovellanos, no así la escenografía, que sobriamente cumple. No se escarmienta en estos lares: hacer trajes espléndidos para la vida civil no quiere decir que se acierte lo mismo para la ropa de bailar. Menos mal que Duato no ha cumplido su promesa de no bailar demasiado. El único gran momento es su solo con las hojas de palma, donde no sólo brilla el movimiento, sino esa electricidad especial que posee y trasmite.

Puede ser que Valencia sea así, al menos en parte, pero no todo es traca, arroz y discotecas en la costa. Lo del nombre del ballet resulta lo más sangrante: a ver si una empresa de papel higiénico o de salsa de tomate haciendo el mecenas obligan a que su marca sea el título de la obra. Intolerable.

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