Crítica:DANZA

El hijo juguetón

Este año el evento emeritense tiene como línea conductora a Edipo, el chico tebano que tuvo un rollo con su mamá y se sacó los ojos. Sobre este tema hay en ballet varios hitos (Martha Graham, Jorge Lefebre). La danza moderna fundacional, por su parte, creó tradición con aquello de tocar el teatro clásico como base argumental, ya fuere acudiendo al mito, la tragedia, o simplemente la estética del velo al viento. Isadora Duncan, la propia Graham, los Saharoff y hasta Tórtola Valencia han hecho lo suyo.Si en la arquitectura la base testimonial para renacentistas primero y neoclásicos después fue ...

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Este año el evento emeritense tiene como línea conductora a Edipo, el chico tebano que tuvo un rollo con su mamá y se sacó los ojos. Sobre este tema hay en ballet varios hitos (Martha Graham, Jorge Lefebre). La danza moderna fundacional, por su parte, creó tradición con aquello de tocar el teatro clásico como base argumental, ya fuere acudiendo al mito, la tragedia, o simplemente la estética del velo al viento. Isadora Duncan, la propia Graham, los Saharoff y hasta Tórtola Valencia han hecho lo suyo.Si en la arquitectura la base testimonial para renacentistas primero y neoclásicos después fue la evidencia arqueológica, en la danza, como arte vivo y de naturaleza temporal que es, nada apoya la fidelidad, y sólo existe una limitada iconografía en ánforas y frisos a partir de los que se ha especulado todo lo habido y por haber.

Nafsika Dance Theatre

La tragedia de Tebas. Coreografía y libreto: Sofia Smailou; musica: I. Xenakis, S. Barber y G. Paniagua; vestuario: Vaula Kalfodimou. 38º Festival de Teatro Clásico. Teatro Romano, Mérida, 21 de julio.

Sobre un complejo libreto basado en los textos de Sófocles y Esquilo, la coreógrafa ateniense Sofia Smailou intenta un formato de gran tragedia, no pudiendo sustraerse al uso de tan fuerte patrimonio ancestral. Con 19 bailarines, un discreto vestuario y el marco arquitectónico que Menéndez Pidal convirtió en escenografía tipo peplum para la posteridad, el trabajo se le queda a medias. Tuvo un buen arranque coral, que muy pronto dio paso a partes solistas sin tanto interés.

La compañía greco-rusa (cuentan con varios elementos desgajados del Kirov de San Petersburgo, pero no destaca nadie por su brillantez ejecutante) es irregular en su nivel técnico, y la apoyatura del discurso sobre exigencias virtuosas no se cumple. Smailou emplea un habla mixta de vocabulario clásico y moderno que mejora al tratar los grupos, como al comienzo del segundo acto, con un baile que idealiza y recrea la danza helénica, consiguiendo el momento más noble y ajustado al columnario marco.

Hay el valor exótico de la máscara, la convivencia del texto eterno con la mímica y un sentido de solemnidad que se pierde al chocar con algunos maquillajes y peinados más cercanos a Olvido Alaska que a Yocasta y Antígona.

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