Editorial:

Enrique Ruano

LA MUERTE del estudiante Enrique Ruano el 20 de enero de 1969 constituye uno de los sucesos más siniestros del franquismo. Con ser terribles el hecho y las causas que lo propiciaron -su detención por repartir propaganda de Comisiones Obreras-, más lo fue, si cabe, que no se investigase en su momento lo sucedido y quedase la duda, para muchos certeza, de si no se trataba de un crimen impune más de la dictadura.Veintitrés años después, la justicia intenta averiguar lo que no pudo en 1969. La muerte de Enrique Ruano quedó oscurecida por el estado de excepción decretado el 24 de enero de 1969 por ...

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LA MUERTE del estudiante Enrique Ruano el 20 de enero de 1969 constituye uno de los sucesos más siniestros del franquismo. Con ser terribles el hecho y las causas que lo propiciaron -su detención por repartir propaganda de Comisiones Obreras-, más lo fue, si cabe, que no se investigase en su momento lo sucedido y quedase la duda, para muchos certeza, de si no se trataba de un crimen impune más de la dictadura.Veintitrés años después, la justicia intenta averiguar lo que no pudo en 1969. La muerte de Enrique Ruano quedó oscurecida por el estado de excepción decretado el 24 de enero de 1969 por el régimen franquista en un intento de impedir que el movimiento contestatario de Mayo del 68 prendiese a este lado de los Pirineos. Esta circunstancia, si bien no añadía nada esencial a un régimen político ya de por sí excepcional (en el que estaba penado con la cárcel el ejercicio de los derechos políticos y libertades fundamentales de la persona), sí contribuyó a dificultar aún más la investigación judicial y a facilitar el engaño a la opinión pública con una prensa amordazada -se reinstauró la censura previa- y, en algún caso muy concreto, vergonzantemente servil a los dictados del Gobierno sobre lo sucedido. Algún diario liberal alcanzó con la muerte de Ruano el cenit de la infamia y una página que añadir al periodismo más negro de la dictadura. Así pudo divulgarse, sin el menor rigor, la versión de que Enrique Ruano se había arrojado por una ventana de la estancia donde se encontraba detenido, impulsado por su pretendido desequilibrio psíquico.

A nadie se le ocultan las dificultades materiales para conocer la verdad sobre unos hechos ocurridos hace 23 años. Intentarlo es un derecho de los familiares del estudiante fallecido en extrañas circunstancias, además de una exigencia histórica. La convivencia e incluso el perdón no pueden estar basados en la mentira y la manipulación. De ahí la trascendencia que tiene para la sociedad española de nuestros días desvelar el misterio impenetrable que rodea desde el 20 de enero de 1969 la muerte de aquel joven estudiante antifranquista llamado Enrique Ruano, primer caído para una generación entonces muy joven.

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