Crítica:'UN LUGAR LLAMADO PARAÍSO'

Un niño y una niña

El tan inesperado, como incomprensible, éxito de Solo en casa (1990), de Chris Columbus, no sólo convierte en estrella de la noche a la mañana al pequeño Macauley Culkin, sino que vuelve a poner de moda las películas con niño.Un lugar llamado Paraíso pertenece plenamente a este viejo subgénero una vez más de moda, pero en su acepción más empalagosa. La que parte de Shirley Temple y Deanna Durbin, la de los niños que llegan a un hogar con problemas y los arreglan con su angelical presencia.

Su posible baza comercial es doble y se apoya en Elijah Wood, un nuevo niño prodigio, y que el hog...

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El tan inesperado, como incomprensible, éxito de Solo en casa (1990), de Chris Columbus, no sólo convierte en estrella de la noche a la mañana al pequeño Macauley Culkin, sino que vuelve a poner de moda las películas con niño.Un lugar llamado Paraíso pertenece plenamente a este viejo subgénero una vez más de moda, pero en su acepción más empalagosa. La que parte de Shirley Temple y Deanna Durbin, la de los niños que llegan a un hogar con problemas y los arreglan con su angelical presencia.

Su posible baza comercial es doble y se apoya en Elijah Wood, un nuevo niño prodigio, y que el hogar en crisis con el que se enfrenta es el de los Reed, encarnados por Melanie Griffith y Don Johnson, un turbulento matrimonio en la vida real.

Paradise

Directora y guionista: Mary Agnes Donoghue. Fotografía: Jerzy Zielinski. Intérpretes: Elijah Wood, Melanie Griffith, Don Johnson, Thora Birch. Estados Unidos, 1991. Estreno en Madrid: Lope de Vega, Novedades, Aluche, Minicines Majadahonda, Valderas.

La guionista, Mary Agnes Donoghue, en su primera película como realizadora, de la que también ha escrito el guión, parece saber muy bien lo que quiere. El punto de partida es la producción francesa Le gran chemín (1987), de Jean-Loup Hubert, que narra las relaciones entre un niño de ciudad y una niña de campo durante unas vacaciones; pero, en Un lugar llamado Paraíso, sólo ha tomado el ambiente para enriquecer la vieja fórmula, y las relaciones entre los niños ocupan un lugar secundario.

No obstante, lo único salvable de esta producción es la amistad entre un miedoso niño de 10 años y una niña de nueve interesada por el sexo, perfectamente encarnada por la rubita Thora Birch, y la habilidad de Mary Agnes Donoghue para dirigirles.

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